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La importancia de las humanidades  

 

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En fuentes suizas, en un artículo aparecido en la mejor prensa helvética, se cuestiona el futuro de las ciencias humanísticas, considerándolas sólo bajo el prisma de su demanda en el actual mercado laboral. El tema merece alguna reflexión, porque, efectivamente, últimamente se piensa que las humanidades no merecen tanto espacio académico y presupuestario.

Introducción

Las ciencias puramente especulativas, como la filosofía y sus disciplinas subordinadas son lo primero que se ha comenzado a enseňar en la Escuela de Atenas. Esto se tuvo lugar siglos antes de Cristo, sentándose las bases científicas y culturales del mundo occidental. Este planteamiento meramente racional, por primera vez en la historia se ha depurado de ingredientes irracionales, como eran las supersticiones y las leyendas. Con el advenimiento del cristianismo, estas ciencias se amalgamaron con la revelación cristiana y las enseñanzas judeo-cristianas, sin abandonar su rigor científico, sino todo lo contrario. La fe revelada ha defendido siempre la necesidad y la legitimidad de su propia reflexión racional y la del universo.

Los temas basilares del pensamiento griego precristiano han sido la causa del mundo, la comprensión del cambio, la sustancia y el ser de las cosas, la lógica y las reglas del raciocinio correcto, la matemática y el hombre.  De aquí han surgido diversas academias en las principales ciudades del Asia menor y toda una pléyade de pensadores, cuyos máximos exponentes son Sócrates, Platón, Aristóteles y Parménides.

Dando un salto de muchos siglos, las universidades europeas se fundaron a finales de la Edad Media a la sombra de las grandes catedrales, inspiradas en el rico venero de la filosofía griega y del Derecho Romano. El fin principal de ellas era el estudio y la investigación filosófica y teológica. A la vez, en sus aulas se educaban personas, cuya formación sirvió luego para servir al estado o para optar por servicios de cultivo y difusión del cristianismo a través de sus grandes pensadores como San Agustín, Santo Tomás de Aquino y tantos otros. Identidad, verdad y sentido

El abandono de las humanidades y la caída en el materialismo

En la primera mitad del siglo XVII, Descartes introduce en el pensamiento filosófico la relevancia del sujeto en el proceso del conocimiento. Decía que todo conocimiento humano nos viene mediatizado por los sentidos, por lo que el objeto extramental se convierte por primera vez en un objeto de evidencia insegura. Así surge la duda metódica cartesiana, que en siglos posteriores marca profundamente el pensamiento filosófico. En adelante la verdad ya no es la que se aprehende directamente mediante la observación, sino sólo la que es demostrada clara y distintamente según los diversos métodos excogitados por los racionalistas como Locke, Hume y Berkeley en Inglaterra y Fichte, Kant, Hegel, Schleiermacher y Feuerbach.

Estos últimos son los directos precursores de Karl Marx. Lamentablemente, esta actitud filosófica, que se define como racionalismo, se ha difundido endémicamente. A diferencia de las ciencias particulares, el racionalismo ofrece el falso atractivo de no tener que someterse a las leyes de la evidencia objetiva inmediata. Y así, correlativamente, fueron perdiendo importancia las humanidades o las disciplinas puramente especulativas, sobre todo la filosofía pura. Simplificando, a los efectos de nuestra reflexión, cabe encuadrarlas bajo el concepto de humanidades (Filosofía, Ética, Estética, Antropología, Pedagogía, Matemática y Física).

 

El progreso tecnológico

Paralelamente se han desarrollado las ciencias experimentables y las matemáticas, que en ningún momento han dudado de la validez de la evidencia objetiva inmediata, so pena de quedarse reducidas, como el racionalismo, en un sueño vaporoso de ilusiones de grandeza. En otras palabras, sólo obedeciendo las leyes que imponen los objetos de conocimiento extramentales es posible llegar a construir un avión o cualquier otra cosa que tanto marca el progreso tecnológico de los últimos dos siglos. Sin embargo, muchos de los pensadores actuales siguen atrapados en el racionalismo cartesiano, que en realidad han rebajado la razón, desestimando el pensamiento abstracto en máximo grado. Pero la verdad es que sin las especulaciones abstractas de los griegos antes citados no hubiese sido posible el progreso tecnológico, profundamente dependiente de la Matemática y de la Lógica.

¿Tienen hoy importancia las humanidades?   

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Sí, como nunca antes, porque sin ellas se nos presenta nuestro mundo como un barco tecnológicamente perfecto, pero sin rumbo ni capitán, con el peligro de poder repetirse el drama del Titanic. El hombre no puede renunciar ni renegar de su naturaleza espiritual y, por tanto, abierta a lo inmaterial, a la trascendencia. En este nivel es donde se estudia la causa del mundo y la nuestra, se examina el bien y el mal, se reflexiona sobre la libertad humana como naturaleza moral, y se estudia qué valores y principios tienen que inspirar el comportamiento humano. Todo esto es parte importante de las humanidades.

Por tanto, si se dice que las humanidades no son relevantes, significa que se da por supuesto que el hombre no tiene inclinación alguna al mal y a llevar una vida inmoral, que no necesita la educación y el buen ejemplo y amor de los padres. Jordan Peterson nos dice que nuestro mundo está lleno de frustración y amargura sobre todo en los países más ricos. Tantísima gente sin una mínima formación humanística tienen su libertad muy restringida y no pueden evitar decisiones malas en su vida. Y la proyección social de esta desgracia la podemos ver en el hudimiento cultural y moral que se manifiesta en tantos lugares del mundo. Si los que cultivan las humanidades no tienen las salidas profesionales como un ingeniero, es porque la sociedad y el estado sufren de un estado de lamentable hipnosis materialista y de ignorancia.

En realidad, se está manifestando en la sociedad actual un vacío de significados y sentidos profundos, que siguen proponiendo la religión y la filosofía clásica tradicional, y no pocas autoridades personales que han surgido en los medios digitales, que pretenden dar un sentido a la vida. Muchos son charlatanes que hacen comercio con el malestar de la gente, pero no faltan auténticas y hasta personalidades heroicas, que tienen un seguimiento de millones, como es el caso de Jordan Peterson, del obispo Roberto Barren y tantos otros. Actualmente sobre todo el sector educativo y mediático ofrece las grandes opciones para difundir un mensaje humano abierto a la trascendencia.

Dedicarse al humanismo puede ser heroico

En el idioma alemán se distinguen los conceptos de profesión (Beruf) y vocación (Berufung). Este último tiene la connotación de haber sido uno llamado por una instancia superior o por Dios para ejercer un servicio en favor de los hombres. En la historia hay toda una pléyade de personas que se han sentido movidos a dedicar su vida a ayudar a los hombres, por encima de toda consideración práctica sobre de obtención de recursos para vivir bien. Esta precariedad la podemos admirar en la vida de cualquier ministro sagrado, en la vida de los alemanes Walter Bemjamin. Hannah Arendt y Guenther Anders. Como judíos fueron perseguidos por el nazismo, llevando una vida llena de privaciones. Benjamin se escapó, pero en un momento de gran angustia se quitó la vida. Los otros dos lograron exilarse en USA, viviendo en condiciones de extrema pobreza, antes de llegar a la cátedra universitaria. Hannah Arendt se estableció al final en Viena, donde vivió pobre. Vale la pena leer sus libros ya que es una intelectual de gran prestigio.

Otro caso parecido, muy anterior, ha sido el de Nietzsche y el de Karl Marx, aunque estos últimos no hayan dejado nada positivo para la posteridad. Nietzsche, tan equivocado en sus pretensiones filosóficas, ha sido al menos una llama apasionada y ardiente que siempre ha buscado a Dios. Esta faceta de su vida es muy poco conocida. Emerge patéticamente en sus poesías en alemán de altísima calidad literaria. Su acusación de que nosotros hemos matado a Dios no es sino un grito de su angustia existencial que le llevó hasta la locura, que se parece en mucho a la ciertas manifestación de locura como son las ideologías LTGB, Genderismo y Woke, que niegan a Dios hasta con modos satánicos. Quizás quiso decir Nietzsche que nosotros matamos a Dios en la cruz con nuestros pecados. La conciencia como libertad ante la verdad

 

 

 

 

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