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La cuestión del gobierno político I

¿Por qué el perfil bajo de los políticos?

Perfiles de la cuestión del gobierno político

La gran cuestión que se está estudiando entre los pensadores, desde la abolición del gobierno dinástico en Occidente, es cómo organizar el proceso democrático para que asegure por siempre la salvaguarda de las garantías constitucionales en un país. Como vemos, sobre todo en los últimos cien años, en el diálogo del ciudadano con su gobierno está en juego no sólo el bien (o mal) común, sino la vida de millones en guerras sin suficiente sentido.

Hemos llegado a situaciones en donde el gobierno actúa contra el bien de sus electores, en favor de poderosos conglomerados económicos. Estos, con su dinero e influencias, han logrado previamente infiltrarse en los puntos claves del estado para manejarlos desde una nube de personajes encubiertos, que tiran de los hilos desde el anonimato, sin dar la cara ni asumir las responsabilidades hasta criminales de su comportamiento.

La causa de que la concepción democrática sea tan difícil de plasmarla en la realidad se debe al hecho irrefutable de que el hombre no es esencialmente bueno, sino que está inclinado al mal en el sentido de autoafirmarse a expensas de los demás. Esta tendencia – que no anula la libertad – tiene aspectos diversos como la soberbia y el afán de poder, la avaricia, el egoísmo, la injusticia etc. La moral tradicional judeo-cristiano llama a estas inclinaciones ´pecados capitales´, que deben contrarrestarse mediante una buena educación en la fe, so pena del peligro de que el hombre se comporte como una bestia predadora.

Un poco de historia

El sueño rosa del racionalismo en lo político, propugnado primordialmente por Rousseau, Montesquieu y Locke desde hace tres siglos, ha logrado introducirse en los países occidentales como una especie de dogma. Parte del principio falso, de que el hombre es esencialmente bueno, y que sólo una cuestión de buena educación para que surja el ciudadano ideal, aureolado con el derecho inalienable de elegir el gobierno, o de ser elegido, conforme al proceso democrático y a los principios de la división de los poderes en el legislativo, ejecutivo y judicial. Ejemplo de responsabilidad en el Parlamento Checo

Paradójicamente, este sueño racionalista se fue al traste en el mundo real, cuando los jacobinos y masones instigaron la liquidación del antiguo orden en la Revolución Francesa, seguida de las guerras napoleónicas, que arrojaron en total un saldo de casi tres millones de muertes. Luego, en USA y en Europa comenzaron a aparecer los primeros retoños de gobierno democrático basado en la constitución y en el principio de la división tripartita de la autoridad del estado. Sin embargo, esto no evitó la hecatombe del totalitarismo comunista y nazista, que se han justificado con ideologías materialistas. Y estos desastres políticos siguen hoy en ambas chinas, en Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros más.

A pesar de la fragilidad moral del elemento humano, que por cierto también Dana la convivencia familiar, la amistad, el trabajo profesional y el buen tono en cualquier relación social, la democracia ha traído muchos bienes. Quizás el más importante es la concepción del Estado de Derecho y la función educativa de las leyes. Así, las leyes han evitado muchas injusticias y desastres, porque han evitado el ejercicio de la voluntad omnímoda del gobernante, garantizando los derechos fundamentales del hombre.

¿Tiene arreglo la democracia?

Si el hombre fuese esencialmente bueno, la democracia perdería su importancia como salvaguarda de los bienes a que el ciudadano tiene derecho. Valga como ejemplo una familia bien avenida, en el que todos se quieren, estando dispuestos a sacrificarse el uno por el otro. Si este ambiente moral lo proyectamos a la gran pantalla del estado, la cuestión del gobierno político estaría penetrada de sonrisas y se ahorrarían enormes recursos en perseguir la delincuencia, en controles, en el mantenimiento de grandes ejércitos y en estructuras burocráticas. No habría corrupción ni carrera armamentista y el nivel de vida del ciudadano medio sería por tanto mucho más alto.

Pero la realidad es lo opuesto, porque el mal comportamiento moral del individuo, tanto en su vida personal y como funcionario del estado, termina por complicarlo todo. Y esto tiene un costo económico gigantesco que exige una imposición fiscal abusiva e injusta que empobrece a los ciudadanos, reduce puestos de empleo y termina dañándolo todo. Cómo votar mejores políticos

Así vemos que el remedio no está en más instituciones, en más estructuras y leyes, en más controles, sino en la formación del individuo. Y aquí llegamos a la importancia de la familia y de la religión, que son las instancias básicas absolutamente necesarias para asegurar un comportamiento moral individual recto. Por tanto, el estado debería cooperar con la Iglesia y animar la educación en buenos colegios, también privados. Pero al mismo tiempo hay que considerar que el hombre maduro, aunque no haya tenido una familia óptima ni tenga educación en la fe, puede buscar orientaciones en tantísimos libros, personas y círculos que ofrecen una buena formación personal. Y esto sobre todo porque el sentido común le mueve a esto. Y si es prudente, sabrá seguir la voz de su conciencia de hacer el bien, so pena de jugarse su felicidad y hasta su salud psíquica.

Distanciamiento entre el gobierno y los ciudadanos

La enorme estructura del estado moderno, sobre todo en los grandes países, está adquiriendo una dinámica propia que no apunta tanto al bien del pueblo, sino al de sus funcionarios, tantas veces corrompidos por el lobbying de grandes empresas. Esto produce un profundo deterioro de la confianza que el ciudadano tendría que tener en el estado, al que mantiene con el pago de sus impuestos. Esto se ha manifestado con fuerza en la pandemia del COVID. Sobre esta temática hablaremos en el artículo siguiente.

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