ARTÍCULOS EN ESPAÑOL E INGLÉS PARA ESPAÑA, AMBAS AMÉRICAS Y USA
ARTICLES IN SPANISH AND ENGLISH FOR SPAIN, BOTH AMERICAS AND THE USA

Criminalización del ´hate speech´

 

Manipulación del lenguaje

David Thunder es profesor de Filosofía en la Universidad de Navarra, España. Al lado de su actividad docente publica artículos en su blog. En su persona confluyen el acervo intelectual de USA y el latino, o, mejor dicho, español. Ofrecemos una de sus publicaciones más recientes sobre el ´hate speech´y sus implicaciones.

Diferencia entre USA y Europa

Afortunadamente, hay un resquicio de esperanza para Estados Unidos. Allí -al menos de momento- los ciudadanos están protegidos de las leyes contra la incitación al odio impuestas por el gobierno gracias a la Primera Enmienda, que estipula que «el Congreso no aprobará ninguna ley… que coarte la libertad de expresión o de prensa», una estipulación que también se aplica a cada gobierno estatal. Mientras se aplique rigurosamente este artículo de la Constitución, las normas sobre incitación al odio sólo podrán ser impuestas por instituciones privadas en Estados Unidos. Es un pequeño consuelo para alguien a quien suspenden de Youtube por decir verdades incómodas, pero es mejor que nada.

En Europa, por el contrario, no tenemos una cultura de la libertad de expresión consagrada constitucionalmente con tanta fuerza como la de Estados Unidos. Por esta razón, tanto los gobiernos como las instituciones privadas pueden capitular ante las exigencias cada vez más enérgicas de los grupos de presión de izquierdas para censurar y sancionar a cualquiera que se atreva a cuestionar alguna de sus causas favoritas. En estas circunstancias, quizá sea un momento oportuno para recordar que criminalizar la expresión libre es una idea absurda, que no debería tener cabida en una sociedad libre.

Razones obvias

He aquí cinco consideraciones que se oponen rotundamente a la criminalización de opiniones en política y en las ciencias:

  1. 1. Criminalizar la expresión libre no mejoraría las costumbres sociales; de hecho, es más probable que las corrompa. A veces, los defensores de la del ´hate speech´o incitación al odio afirman que quieren promover una sociedad más tolerante o respetuosa. Pero criminalizar los supuestos malos pensamientos o sentimientos sólo servirá para que pasen a la clandestinidad y, en todo caso, alimentarán el resentimiento y el odio, al crear un conjunto de normas arbitrarias para lo políticamente correcto y otro para quienes cuestionan la ortodoxia política. El retroefecto puede ser muy fuerte. La ley es un instrumento abstracto, no pensado para afrontar la casuística de problemas sociales complejos.
  2. 2. Hacer legalmente de la libertad de expresión un crimen convierte la ley en un instrumento de alguna ideología política. El daño infligido por la expresión ofensiva -dejando a un lado casos extremos como gritar «fuego» en un cine o abogar públicamente por la violencia contra otros ciudadanos- es algo muy subjetivo y a menudo se refleja más bien las inclinaciones políticas de las personas. Un izquierdista tenderá a ver las opiniones conservadoras como perjudiciales; y un conservador se inclinará a ver las opiniones izquierdistas como daňinas para el bien común.
  3. 3. La vaguedad de la noción de delito contra la libertad de expresión hace que sea una herramienta muy útil para los déspotas. Por ejemplo, la noción notoriamente vaga de «delito de odio» se utilizaría para procesar a ciudadanos que no compartan las opiniones políticas del fiscal o del juez. Un ejemplo: recientemente, un mexicano fue condenado por «odio digital» y «violencia política» por insistir en que un individuo trans biológicamente masculino era un hombre. Este es claramente un caso de enjuiciamiento de alguien porque manifiesta una opinión contraria a la política de un juez o fiscal. Pandemias de las ideas
  4. Los delitos de expresión corrompen nuestro sistema legislativo al eliminar la seguridad jurídica. Al no haber una tipificación bien definida o públicamente acordada para tales delitos -por ser tan vagos- eliminan la seguridad legal. Las propiedades de los delitos de expresión son tan vagas y subjetivas que da igual que lances una moneda al aire o consultes la política del fiscal para saber si es probable que te procesen o te condenen por un delito de odio.
  5. Los delitos contra la libertad de expresión tienen un efecto disuasorio sobre la expresión política misma. Con leyes contra el ´hate speech´, los ciudadanos se abstendrán de decir lo que piensan públicamente sobre cuestiones que creen que los fiscales o los jueces no verán con buenos ojos, por miedo a ser multados o perseguidos, lo cual asesta un duro golpe a la libertad de expresión misma, que es uno de los pilares que sostiene una sociedad democrática.

La batalla por la libertad de expresión es una batalla en favor de la mente y del corazón de los ciudadanos. Si libramos esta batalla exclusivamente en el ámbito legal, sin comprometernos a fomentar también un ambiente cultural, y sin ayudar a cada nueva generación de ciudadanos a interiorizar el valor de la libertad de expresión, no debería sorprendernos que al final la ley sea sustituida por una anticultura autoritaria contraria a la libertad.

 

 

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