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Crítica a los mainstream media

https://www.youtube.com/watch?v=xqJgGhDKmLU

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Comentario al artículo de Milosz Matuschek, del 21.07.20,  aparecida en  Neue Zuercher Zeitung, Zuerich

Introducción

El canibalismo recíproco de los protagonistas mediáticos – bajo la forma de la histérica corrección política-  puede golpear hoy a cualquiera. Los chekistas (alusión a las checas de Stalin) entre los periodistas se están canibalizando a sí mismos: Es necesario que haya un nuevo compromiso dentro de la industria periodística, con normas mínimas reguladoras del debate público.

Milosz Matuschek es editor jefe adjunto del «Mes Suizo». Recientemente publicó «Kryptopia» y «Generation Chillstand».Pregunta irónicamente: ¿Prefieres ir al trabajo en un coche de caballos o en un Ford modelo T? ¿Ninguno de los dos? ¿Que no has visto un helicóptero antes y no te sorprende que los actores hablen en las películas? Así eran las cosas hace exactamente cien años, en 1920. Hoy, por supuesto, estamos más avanzados en muchos aspectos. Entonces déjeme hacerle una última pregunta, quizás tonta: ¿por qué soporta el periodismo al estilo de 1920?

Desde hace algún tiempo hemos estado discutiendo sobre la corrección política y la política de identidad, y sobre los monstruos que devoran la libertad,  En esencia, se trata de una privatización o apropiación del espacio en el que tiene lugar el debate público, por unos pocos, al servicio de una moralidad superior autoproclamada como «el lado correcto». La cadena de ejemplos es larga y no tiene fin: el manual de encuadramiento de la emisora pública alemana ARD, el desastre de Relotius en el «Spiegel» y, últimamente, la dimisión del columnista del «New York Times» Bari Weiss, quien, aunque no pretendía movilizar decididamente a los lectores liberales de izquierdas,  aun así fue perseguido y finalmente tiró la toalla, desconcertado.

 

Verdugo y traidor

Partidismo y parcialidad – esta es básicamente la principal acusación que se hace al periodismo de algunos en el mainstream mediático de hoy. Esto es exactamente lo que Walter Lippmann, el periodista más leído del siglo XX, ganador del Premio Pulitzer y promotor de presidentes, escribió en el cuaderno de bitácora del periodismo hace cien años, en el breve artículo «Liberty and the News» de 1920, que es tan espantosamente actual hoy en día que uno se pregunta con frustración, cómo es posible que tan poco haya cambiado la situación en su núcleo sustancial. Para él, la ley suprema del periodismo es sucinta: «Decir la verdad y avergonzar al diablo». ¿Qué se les cuenta a los estudiantes de periodismo de hoy? 

El conocimiento de los asuntos requiere una visión amplia. Los medios de comunicación de calidad no deben transigir con una verdad a medias.  Esto está escrito en la sede del New York Times, Justin Lane / EPA.

Algunos periodistas todavía creen que están intelectualmente muy por encima de sus lectores, pensando que ellos sólo esperan ser enriquecidos por los periodistas. ¿Con qué derecho? El periodista de «Spiegel», Philipp Oehmke, incluso proclamó que se pusiera fin a la neutralidad en el periodismo. Pero las Olimpiadas de la virtud en el periodismo son como el juego «Viaje a Jerusalén». Cuanto más tiempo tarda, más cadáveres quedarán tendidos en el camino. Las reglas del juego podrían, análogamente, ser tomadas directamente del manual de la Cheka, de la policía secreta estalinista; cualquiera puede ser potencialmente verdugo o delator. La consecuencia: cuanto más brutalmente se actúa, menos se duda de la veracidad del perpetrador. Este es el sistema de incentivos destructivos de toda ideología. Pero al final tal sistema se canibalizará a sí mismo. Probablemente estamos viviendo el punto álgido de este proceso, tal como lo muestra una carta pública firmada por 150 intelectuales, incluyendo a J. K. Rowling, Malcolm Gladwell y Noam Chomsky.

Problema sistémico

Sólo el buen periodismo contrarresta el mal periodismo, si no se quiere dejar el campo de juego a los demagogos, gritones y cazadores de ratas. Por eso se necesita ahora un nuevo compromiso de toda la industria periodística con unas normas mínimas. Dado que «periodista» no es un término ni una profesión protegida, por lo que la base común sólo puede ser la de atenerse a los hechos siguiendo una metodología aceptada por todos. El periodismo partidista es una forma de corrupción, una traición al lector, un perjuicio a su propia profesión y un pecado contra la verdad.

Y como muestra el caso del columnista del «NYT» Weiss, es un problema sistémico. La diversidad y la multiplicidad de opiniones no son más que un dato de relaciones públicas, una hoja de parra. Si al final los mediocres, los cobardes y los ´políticamente correctos´ marcan el tono, no habrá más necesidad de periódicos.

 

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