Un suizo salvó a 60.000 judíos
La Redacción, Praga, 25.5.2024
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La persecución de los nazis
Durante la segunda guerra mundial, la «Solución Final» (es decir, la ejecución sistemática nazi de los judíos) se cierne como sombra mortal también sobre los hebreos en Hungría. Carl Lutz, vicecónsul de la legación suiza en Budapest, pudo ver cómo en la primavera de 1944, ´ los acontecimientos políticos empezaron a sucederse con rapidez. La invasión del ejército alemán desencadenó tanto la persecución política como la de los judíos, los que en Budapest empezaron a asediar nuestra representación en masas presas del pánico´.
Y en medio de esta barbarie Carl Lutz, de 49 años, un suizo de carácter, ante tal genocidio, hace caso omiso de todas las normas y convenciones oficiales, arriesgando su carrera y hasta su vida para salvar a muchos miles de condenados a muerte. Siguiendo únicamente su conciencia, su acción se considera el máximo acto heroico civil de salvación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Karl Lutz, un héroe que da la cara al mal
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«Lo especial del caso Lutz», escribe el historiador Georg Kreis, «quizá resida precisamente en el hecho de que una persona corriente, tras una carrera igualmente corriente, se encuentre de repente ante un reto extraordinario, que lo acepta, y, es más, casi lo busca, y que el resto de su vida se caracteriza desde entonces por este desafío singular». A principios de 1942, tomó posesión de su cargo en Budapest como vicecónsul y jefe de la «Sección de Intereses Extranjeros de la Legación Suiza», responsable de una docena de países que sufren la guerra juntamente con Hungría. La vida seguía siendo comparativamente buena en este «París del Este», Lutz es un diplomático respetado y vive al estilo inherente a su cargo. Su trabajo es muy exigente, y lo es aún más tras la invasión y el «furor de las deportaciones desenfrenadas» de los alemanes (según el historiador Krisztian Ungvary).
«Me preocupaba constantemente la cuestión de cómo podía ayudar a la gente sin convertirme en persona non grata para el gobierno ante el cual estaba acreditado. Buscaba una forma legal de proteger a las masas cada vez más numerosas», escribió Lutz más tarde.
La solución que finalmente se le ocurrió fue tan audaz como ingeniosa: emitir cartas de protección en masa. Lutz actuó sin el conocimiento ni el respaldo de la Confederación Helvética. Engañó a las autoridades húngaras y a los ocupantes alemanes, mantuvo la calma en situaciones difíciles, desarrolló cualidades empresariales y se ganó una reputación casi mesiánica entre los judíos.
La lucha contra el que tiempo
Como representante de los intereses de Gran Bretaña, el suizo Lutz ya había expedido antes permisos para que los judíos pudiesen emigrar al Mandato Británico de Palestina, cuando aún era posible salir de Hungría. Luego negoció durante semanas con diversas oficinas gubernamentales, así como con el ´ Brigadeführer´ de las SS Edmund Veesenmayer y con Adolf Eichmann: Lutz consiguió que se expidiera un cupo de 7800 certificados de Palestina que ya antes había autorizado Gran Bretaña a favor de los judíos que pedían protección. Así aseguró de que estaban a salvo de ser fusilados en Budapest o transportados a campos de exterminio. Y también los inscribió en un pasaporte colectivo de emigración, ambos con el sello oficial de la legación suiza.
De este modo, Lutz puso a los judíos húngaros bajo la protección de Suiza, «sin aparato administrativo, sin medios financieros y sin mandato oficial». Su gesto animó a un número considerable de ayudantes del personal de la legación y miembros de la resistencia sionista. Su esposa Gertrud desempeñó un papel central en esta operación. También otros diplomáticos, como el delegado suizo del CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja) Friedrich Born, el sueco Raoul Wallenberg y el nuncio papal Angelo Rotta siguieron su ejemplo y emitieron a su vez cartas de protección. El rescate de los judíos húngaros es una empresa conjunta y una carrera a contrarreloj.
Un sacrificio heroico no reconocido
Pero la «decepción más amarga de su carrera como funcionario» aún estaba por llegar. No se le llamó para informar de su estancia en Budapest, ni se le dio las gracias. La ignorancia y la estrechez de miras de las autoridades suizas también quedaron patentes en 1949, cuando Carl Lutz quiso volver a examinar dos pasaportes colectivos de Budapest que había entregado a los archivos. La negación del acceso a ellos se basaba en que el departamento de policía había llegado a la conclusión de «que no estaba permitido etiquetar los documentos de identidad en cuestión como pasaportes colectivos suizos».
El Gobierno suizo da a conocer el gesto de Carl Lutz hasta más tarde, y no casualmente, sino en un momento en que Suiza se encuentra bajo presión internacional por sospechas de involucración en las «sombras de la Segunda Guerra Mundial». En 1995, el ministro de Asuntos Exteriores, Flavio Cotti, honra oficialmente al salvador suizo de los 60.000 judíos como un «silencioso pero gran héroe». Y cita una frase de Carl Lutz que sigue siendo una interpelación urgente y atemporal: «Si hay tantos países que violan la ley para matar, debía haber un país en el que se violara la ley para salvar». Lutz ya no hizo carrera en el servicio diplomático y en 1961 se jubiló como cónsul de Bregenz. Murió de un infarto en 1975, a los 80 años. https://thinktanklatam.org/la-conciencia-como-libertad-ante-la-verdad/
Fuente: recensión de NZZ Zurich, artículo en alemán del 21.5.2024