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Peter Kopa, Praga, 7.6.2021 – The English version follows below
En vista de la gran actualidad de la evolución del Neoliberalismo ante la presión de la izquierda, ofrecemos unas reflexiones en torno al artículo de Rainer Hank (aparecido el 5.6.2021 en alemán en la Neue Zuercher Zeitung, Zuerich) quien fue jefe de redacción de economía y finanzas de la «Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung» hasta el verano de 2018. Vive como periodista en Frankfurt.
Introducción: la cuestión económica en sí misma
La gran cuestión de cómo entender, regular y controlar la actividad económica desde el Estado moderno, es el ámbito reflexivo de toda una serie de escuelas políticas y económicas, que han sido puestas a prueba en el Occidente (Europa y USA) en los últimos doscientos años. Este arco de planteamientos va desde el extremo marxista-socialista hasta el capitalismo individualista liberal. Cuando estas construcciones intelectuales han sido acogidas por ideologías de acción concreta, han sido siempre degradadas a meros instrumentos para alcanzar el máximo bien de la paz y justicia social, que supone la producción y reparto de los bienes equitativamente.
Así, por causas históricas bien conocidas, este sueño se convirtió en tragedia en el comunismo, en el nazismo y en las diversas formas de socialismo extremo, en la medida en que se ha sofocado la libertad e iniciativa del ciudadano. En cambio, en los ordenamientos políticos y económicos basados en la libertad y en las leyes naturales de la economía, han dado una abundancia inesperada de prosperidad estatal y personal. Ejemplos: el milagro económico alemán de Ludwig Erhard y Konrad Adenauer, la economía según el modelo americano en Chile después de Pinochet, la economía abierta europea y americana y su feliz copia en todo el Asia, logrando sacar de la extrema pobreza a más de mil millones de personas, en los últimos treinta años, sin mencionar a la China, que ha sabido también copiar este modelo sin admitirlo abiertamente.
El individuo es el principal protagonista de la producción económica, porque es él quien ha tenido el ingenio de un Edison, de un Steve Jobs y de tantísimos otros que mediante sus inventos y descubrimientos han logrado aumentar la productividad del trabajo humano por un factor de miles de porcientos, que crece día en día, y con ello han instaurado profundos procesos sociales con inmediata repercusión económica y política. Uno de miles de ejemplos en este sentido es la invención de la fuerza motriz (a vapor o a explosión de un combustible) que está en la base del industrialismo que comenzó hace a principios del siglo XIX. Y no se pueden olvidar aquí las ciencias y técnicas de la racionalización, de la informática electrónica y de la inteligencia artificial. Lo malo del marxismo, aún diluido en diversas formas de socialismos extremos, es que es el Estado el que lo tiene que hacer todo en el sentido de que el ciudadano no tiene a la libertad de inventar nada, ni de pensar libremente. El resultado es no sólo la paralización de todo progreso auténtico, sino la regresión en el bienestar, la confiscación de la propiedad privada etc. El dinero físico, garante de libertad
El Neoliberalismo, el gran chivo expiatorio
En el extremo opuesto al marxismo se sitúan las escuelas de pensamiento que valoran al individuo humano libre en un mercado económico abierto, auto regulado por la libre competencia, bajo la vigilancia del Estado. Su función es no permitir que la competencia sea objeto de abuso de parte de actores económicos más fuertes. Pero, aun así, estos sistemas económicos, que podemos situarlos bajo el epígrafe conceptual de capitalismo, han dado lugar a críticas comprensibles, como el no querer pagar impuestos, el manifestar un protagonismo económico egoísta, el no querer atender a los pobres, el faltarle solidaridad y comprensión, afirmando que el egoísmo es bueno porque anima fuertemente el empeño personal y empresarial.
Por estos motivos, en los ambientes intelectuales de Occidente predomina la convicción de que el neoliberalismo tiene que ser repensado. En realidad, esta actitud crítica se puede comprobar de forma creciente desde 1980, pero hasta ahora no ha sido posible o no hay sistemas económicos mejores. En el fondo se ven continuamente los grandes logros económicos del capitalismo, que viene a ser como la columna vertebral del neoliberalismo, que ha permitido una prosperidad material nunca vista en Occidente, y, a la vez, este modelo económico ha sido abrazado paulatinamente en todo el mundo, desde finales de la última guerra mundial.Confrontar: ¿Es el Capitalismo tan malo? (I)
Triunfo y tragedia del neoliberalismo
Rainer Hanke cita con acierto a Harold James, historiador económico que enseña en la Universidad de Princeton, quien ha demostrado en un brillante ensayo en la revista ´Capitalism´ (primavera de 2020) hasta qué punto el neoliberalismo debe entenderse como una respuesta a la ola de desglobalización que siguió a la Gran Depresión. El objetivo de estos intelectuales de máximo prestigio (entre ellos Ludwig von Mises, Friedrich August von Hayek, Raymond Aron y Wilhelm Röpke) era diseñar mercados abiertos y dinámicos y no por eso menos civilizados, para un mundo amenazado por un creciente nacionalismo y corrientes populistas radicales.
La fallida historia de las ideas del neoliberalismo es una tragedia que, desde su elaboración, no han conseguido que los izquierdistas y los conservadores las acepten como un modelo económico justo. El economista de Harvard Alberto Alesina, tristemente fallecido a temprana edad, promovió incansablemente la idea de que «la izquierda debe aprender a amar el liberalismo» porque no sólo es eficiente sino también socialmente justo luchar contra las argucias de los privilegios y del proteccionismo en el día a día de la política económica concreta. El neoliberalismo con sus mercados abiertos, su primacía de la competencia, en un marco regulatorio estatal, sigue asegurando la prosperidad de las naciones mejor que cualquier intervencionismo estatal. China desde los años 80 es el mejor ejemplo. Pero, ¿quién se atrevería a alabar a China por su giro neoliberal? En el mejor de los casos, el neoliberalismo puede triunfar de incógnito.