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Jordan Peterson   https://www.youtube.com/watch?v=UYT-dD1vN_A

Cómo ser feliz es el tema más tratado en la literatura universal y también el más trillado en la filosofía y en la antropología. Se han gastado miles de litros de tinta y a pesar de todo esto vemos que la felicidad del hombre es un gran problema y la mayoría no sabe cómo llegar a ella. Este tema lo toca también Jordan Peterson, quien nos dice que uno no puede lograr ser feliz de una forma directa, como hacer un viaje, sino que la felicidad surge como una consecuencia de un estilo de vida basado en unos valores y en unas convicciones muy profundas. La identidad del hombre:  ser o no ser

Creo que la mejor forma de abordar este tema no fácil, es simplificarlo lo más posible a la manera de una síntesis de las grandes enseñanzas que ofrece la sabiduría judeocristiana.  Se trata, en primer lugar, de partir del hecho de que el hombre busca absolutamente la felicidad y necesita los bienes, que manifiestan una ordenación jerárquica según su importancia para una vida máximamente feliz.

Los bienes materiales

En primer lugar, están los bienes materiales que el hombre necesita para poder vivir:  la alimentación, el vestido, un techo propio para sí y su familia etc. Estos bienes son más bien condiciones sin las cuales el hombre no puede vivir. Y sin embargo tienen la virtud de producirle una fuerte satisfacción, por lo que no pocos les dan excesiva importancia, creándose así el riesgo de pensar que no hay más bienes superiores. La tiranía de la meritocracia

De esta manera se confunde la condición con la causa de la felicidad. Prueba de ello es que, en condiciones extremas, el hombre es capaz de soportar hasta cierto punto la falta de estos condicionamientos previos, sobre todo si le mueve un bien superior, como el heroísmo, la fidelidad etc.  Así el hombre es capaz de sacrificarse en aras de un bien más alto, como es el amor a los hijos, la responsabilidad que llevar a cumplir compromisos (el médico, la enfermera etc.).

Los bienes superiores

Luego los bienes menos materiales: el gozo estético que ofrece el arte, la belleza cualquier cosa, la armonía, propia creatividad de algo útil o bello etcétera. Subiendo en la categoría de bienes llegamos luego a la maravilla del amor paternal y filial y a toda la escala de amores legítimos y muy distintos, como, por ejemplo, el amor a los amigos, al perro de la casa, a la ciencia, a las artes, a la naturaleza etc.  o el amor que se puede sentir hacia la propia patria, la propia región la propia cultura. Aquí vemos claramente cómo los bienes más elevados de tipo inmaterial son los que realmente comienzan a ser relevantes para la felicidad.

En el orden del amor, en su más alta realidad y expresión se llega al amor eterno y sublime que sólo puede tener lugar en la relación personal con Dios. Si el hombre logra echar raíces en esta tierra prometida, tiene asegurada la felicidad, aunque no excluya cierto sacrificio, porque para llevar una vida honesta y digna hace falta asumir el esfuerzo de la obediencia a la voluntad de Dios, siendo su parte el trabajo cotidiano y el servicio que tenemos que prestar a las personas que queremos.

Conclusiones

Si el hombre la persona no ha recibido la educación en el amor, tanto en su casa como en la escuela será muy probable que se quede detenido en los bienes de tipo material, pensando erróneamente qué son la única causa de felicidad. Este error manifiesta consecuencias terribles que todos conocemos: personas materialistas – aunque se consideren religiosas- que están encadenadas sólo a los bienes materiales. En otras palabras, están determinadas por el dinero porque con él se consiguen todos los bienes de tipo material.

La manifestación socio- cultural de esta actitud es precisamente la sociedad en la que vivimos, donde todo se mide según el criterio económico, incluso las personas y las instituciones. El hombre materialista es muy poco libre, porque vive esclavizado por las cosas y con gran peligro de caer en los lazos del alcohol,  de la pornografía y de las drogas.

Pero nunca se puede decir que una persona concreta es totalmente materialista o absolutamente espiritual. Las personas más atadas a los bienes materiales saben, porque se lo dice la propia conciencia, de que hay valores superiores que tendrían que alcanzar. Y saben que esos bienes superiores les harían felices.

El problema está en que llegar a subir a este nivel de los bienes inmateriales exige mucha formación personal y mucha valentía, para afrontar los esfuerzos que exige conquistar los bienes superiores. Para disfrutar del arte hace falta tener una sensibilidad estética que tiene que ser cultivada. Lo mismo pasa con la ascensión a los bienes máximos y absolutos que son el amor de Dios, que pueden ser alcanzados mediante esfuerzos personales y ejercicios en el trato con Dios porque es un bien oculto.

La persona que logra subir a este nivel máximo es necesariamente feliz y normalmente se manifiesta en una profunda paz interior e incluso en una alegría que trasciende a los demás. En esta situación, finalmente, el hombre saborea una amplia libertad porque no está encadenado a los bienes inferiores que muchas veces llevan consigo todo tipo de miserias morales, como, por ejemplo, la dependencia de la droga, del sexo de la pornografía o  la holganza. El Bien y el Mal II

El verbo amar se utiliza para expresar todo tipo de gustos, inclinaciones e intereses. Pero en un sentido propio, el amor sólo puede haber entre personas y nunca hacia una cosa. Si fuese realmente así, tendríamos un amor idolátrico que rebaja al hombre al nivel de su objeto amado y al mismo tiempo lo esclaviza.

 

 

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