https://www.youtube.com/watch?v=exgQ_0EogIo
https://www.youtube.com/watch?v=h89uOvUDVO4
Comento un artículo de Silke Wichert, aparecido en la Neue Zuercher Zeitung, el 15.10.22, criticando la ansiedad mala por la mejora de sí mismo.
El prurito de ser mejor que otros
No realizarse más y más es un frenesí que se está difundiendo, creando todo un nuevo sector ´industrial´. Al fin y al cabo, tenemos más opciones que nunca para hacer que nuestra persona sea más bella, más rica, más inteligente o mejor, de alguna manera: contratamos coachings, tratamientos de belleza, asesores de estilo personal, aplicaciones para un metabolismo óptimo, alimentación perfecta, cursos diversos etc. Pensamos que ser un talento medio no basta.
El sector económico de la mejora personal funciona a toda velocidad y se perfecciona cada vez más. Quien no participa se piensa que es poco ambicioso, ya que está perdiendo la oportunidad de avanzar hacia un nuevo y mejor yo, de superarse a sí mismo y a los demás, de destacar entre la multitud. Nuestra sociedad individualizada y consumista promociona a brazo partido la tiranía de la meritocracia.La tiranía de la meritocracia
Hasta creen no pocos que se sólo se llega a la felicidad superando las marcas del propio ´performance´. Y el ambiente, desafiante e incisivo, que va influyendo sobre nosotros, nos hace olvidar el valor de nuestra dignidad personal y de todo lo bueno que ya tenemos, siendo talentos medios.
El mecanismo de este engaño está primero en cierto complejo de inferioridad, que resulta de compararse continuamente con lo más y mejor de otros. Esta confrontación luego produce cierta envidia y a una sentencia negativa e inapelable sobre nosotros mismos, que nos empuja a poner remedios: más músculos, mejor resultado en el trabajo, saber más, lograr mejor apariencia, tener más (mediante el dinero) etc.
La seducción del perfeccionismo
En realidad, hace tiempo hay consciencia de este problema. La revista ´ The Economist´ publicó hace un año un artículo titulado «La trampa del perfeccionismo». Desde entonces, el texto ha circulado insistentemente por Instagram, lo que no deja de ser una cierta ironía, teniendo en cuenta que el narcisismo que allí sale a flote. En este artículo, el psicoanalista londinense Josh Cohen escribe sobre sus experiencias con pacientes que persiguen constantemente algún tipo de ideal. En algún momento les cae una pregunta radical: ¿desde cuándo o por qué estamos realmente tan descontentos con ser sólo personas «ordinarias»? Es decir, talentos medios.
El 68% de la población en Suiza, y probablemente en los demás países, tiene un coeficiente de inteligencia entre los 85 y 115 puntos. Y por supuesto en esta categoría están también los que han hecho carreras universitarias. Muy inteligentes son el 13.5% y superdotados sólo el 2.1%. Igualmente, pocas son las personas extraordinariamente bellas, o con talentos extraordinarios.
Sin embargo, si una persona tiene la ventaja de estar anclada en firmes convicciones, como las que nos enseña la antigua tradición judeo-cristiana, en algún momento llega a la madurez de poner los pies en el suelo, y dejar de sonar con ojalás. Aprende a atenerse a la realidad inmediata de su situación en la vida, conoce lo bueno que tiene y también sus limitaciones, y se acepta tal como es. Esto es así en el momento de formar la propia familia y emprender la carrera profesional o artesanal. Sólo así se puede forjar una vida feliz, no falta de dificultades, como en cualquier otra opción vital.En qué radica la felicidad del hombre
Este posicionamiento se basa en el hecho, de que los propios talentos son algo accidental, porque lo que realmente cuenta para ser feliz es estar anclado en Dios. A partir de ahí se conforma la jerarquía de valores, en donde lo primero es amar y ser amado. Y esto tanto en la propia familia como hijo o hija como en el ulterior proyecto de vida, que generalmente es casarse y tener hijos.
El que piense que esto es un cuento de hadas, que se fije en toda la historia del arte. El monotema es siempre el amor y no los talentos personales, que se expresa en formas diversísimas, como en una película western, donde el héroe, después de la lucha por salvar a otros, se aleja solo galopando hacia un horizonte de sol poniente. Son simbolismos que muestran el desenlace de un acto de amor que no espera ni reconocimiento, ni recompensa.