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Peter Kopa, Praga, 19.3.2018
Como es bien sabido, la Iglesia Ortodoxa Rusa fue obligada a recluirse como una cenicienta cruelmente perseguida durante la era del comunismo, desde 1917 hasta 1990. Sin embargo, después de la caída del comunismo, no se cumplieron las previsiones que esperaban su evolución como una Institución separada del Estado, sino que más bien se ha ido convirtiendo en una institución cooperadora, fiada totalmente en las promesas de Putin de revitalizar la fe cristiana en todos los órdenes, con la idea de buscar la identidad más profunda de un pueblo profundamente cristiano.
Así, la Iglesia Ortodoxa y el Estado quieren volver al estilo de convivencia nacional en torno al principio de una sola fe, un sólo sentir y una indiscutida obediencia a la autoridad. Está por ver si esto es sólo táctica y cálculo frío, o responde más bien a una actitud recta y sincera en ambos lados. Hay que tener en cuenta, que una de las tantas herencias, que dejó la era comunista, es el ateísmo, que fue metido a martillazos en el espíritu del pueblo ruso durante casi tres generaciones.
Actualmente, este modelo de convivencia tiene toda una serie de manifestaciones externas más bien positivas, como una especie de ´Kulturkampf´ – terminus téchnicus que en alemán significa la guerra cultural – que lleva, por ejemplo, a condenar públicamente la inmoralidad, como es el aborto, la homosexualidad, el genderismo etc. Lo interesante es que en esto se deja de lado a la minoría culta de Rusa para dirigirse a la gran mayoría de gente sencilla que asegura la sustancia cuantitativa en las elecciones políticas y en las demostraciones callejeras de apoyo a Puntin, con frases como ´Krim nash´ : Crimea nos pertenece. Desde esta perspectiva se entiende que en las elecciones del 17 de Marzo 2018, Putin haya obtenido más del 70% de los votos.
Cambios en el escenario político occidental
Algo análogo está pasando en la escena política del mundo occidental, donde uno de los revulsivos más fuerte ha sido la campaňa y la victoria electoral del presidente Trump, el hombre que ha desafiado las estructuras políticas esclerotizadas en USA, cubierta de una costra burocrática hipertrofiada. Al mismo tiempo, fenómenos parecidos han aparecido en Francia, Alemania, Hungría, Polonia y Chequia. Esto indica que hay un profundo hastío ante la disolución de la propia identidad o ´Weltanschauung´, que incluye principalmente la milenaria fe cristiana que Trump está defendiendo con fuerza.
Es una protesta contra el materialismo fáctico propalado con los hechos por casi todas las instituciones culturales, políticas, educativas, decisivamente apoyado por la Unión Europea, que después de denigrar a Dios de varios modos, intenta ahora imponer el genderismo, la homosexualidad y aumentar el apoyo al aborto. Se trata de un ataque fríamente estudiado, que tiene la apariencia de haber sido pensado y puesto en ejecución, desde hace muchos anos, desde un vértice de poder a través del gran negocio de Hollywood, de las grandes redes sociales y desde los centros de manipulación económica, también mediante el endeudamiento de los estados, para que así caigan en la trampa de tener que aceptar y sonreír ante las imposiciones de la voluntad de los sujetos acreedores.