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Peter Kopa, 23.12.2020

La moral a nivel personal

El bien y el mal moral es una verdad fáctica universal que percibe todo hombre inexorablemente en lo más profundo de su yo, de su conciencia, como también su inclinación al mal, y al mismo tiempo sus ansias de seguir su conciencia hacia el bien. Esta dicotomía explica San Pablo, dramáticamente, en el Nuevo Testamente, y es el tema de fondo de las bellas artes, del cine etc. Es a la vez una manifestación de la igualdad entre los hombres y nadie tiene derecho a emitir en este sentido un juicio sobre si una persona concreta es mala. Sí, en cambio, se puede emitir un juicio positivo, porque en principio se supone que todo hombre es bueno, a no ser que sea evidente lo contrario.

El hombre no es una combinación ´químicamente pura´ de sus potencias espirituales de razón y voluntad, sino que además en él hay instintos, sentimientos y pasiones, que inciden con más o menos fuerza en sus actuaciones libres. Su ´defecto de construcción´ hace que a la persona humana se le haga arduo imponer el dictado de su inteligencia contra esas tendencias, irracionales, y, a la vez atractivas, cuando le mueven a algo inmoral. En esta lucha de la persona, por seguir la ley de su conciencia, está en juego su libertad misma: cuánto más cede al mal moral, menos libertad tendrá ante ulteriores luchas interiores.

La sabiduría judeo-cristiana siempre ha tenido muy clara la debilidad moral del individuo ante la tentación. La educación durante los primeros años de vida es por tanto crucial, y se produce sobre todo mediante el buen ejemplo de los padres, facilitado por el amor natural al propio hijo. El proceso educativo profundo se produce en la formación de la conciencia según la ley moral natural resumida en el Decálogo, que es a la sabiduría revelada por Dios.

Ignorar la inclinación al mal, tan frecuente en nuestro tiempo, supone una ingenuidad que produce consecuencias desastrosas que están a la vista. Por ejemplo, es muy imprudente mezclar chicos y chicas en una tienda de campaña, con ocasión de un campamento escolar, o dejar que el patrimonio de una empresa lo maneje un sólo empleado, sin controles, o que un funcionario público tenga el poder de manejar sin controles el dinero del Estado, etc. Estos ejemplos, lamentablemente, son reales y se deben en buena parte a las enseñanzas de Rousseau, que sostienen que el hombre nace bueno, y que sólo después se puede malograr moralmente por el mal ejemplo que recibe en su entorno social.  Así, por ejemplo, dice que al hombre le basta conocer lo bueno para abrazarlo inmediatamente durante toda su vida.

 

El impacto del ambiente

Pienso que el adelanto tecnológico ha sido, es, y seguirá siendo bueno en sí mismo, aunque dé ocasión de degradamieno moral a algunos que no han recibido una sólida formación de sus padres y luego en la escuela. Concretamente, el mercado económico, que ofrece todo tipo de prestaciones, se vale de la tecnología para seducir al hombre a un consumo cada vez mayor, porque es lo que aumenta las ventas y el lucro. Este es realmente uno de los lados oscuros de la libertad socioeconómica y política, que, a pesar de sus limitaciones, es el mejor sistema que a la vez asegura la máxima producción al mínimo costo y es lo que mejor protege la libertad del ciudadano. Pero paralelamente debería mejorar la formación ética y espiritual del hombre, para que mantenga su señorío ante la opulencia, y, sobre todo, para que no termine arrastrándose, como un esclavo miserable, detrás del dinero, de las drogas, del alcohol, del sexo y de otras tantas dependencias que sólo le pueden dar unos instantes de placer al precio de vender la propia alma al demonio y tener una vida infeliz.

 

Porqué seduce el ateísmo materialista

La respuesta a esta cuestión nos la da Dostojewsky:  si Dios no existe, todo está permitido. En otras palabras: sin Dios el hombre no sólo pierde el conocimiento de su identidad, como rey del universo, destinado por su naturaleza a disfrutar de Dios eternamente, sino que a la vez se desdibuja en él la concepción misma de la norma moral, ante el atractivo de la aparente libertad sin barreras. En el fondo de este proceso, lo que quiere el individuo es ser como Dios, sin ataduras ni limitaciones algunas, y decidir por sí mismo lo que es bueno o malo para sí mismo. Esta actitud de rebeldía es precisamente lo que llevó a Adán y Eva a cometer la desobediencia del pecado original, abriéndose así en el hombre esa herida permanente del ´defecto de construcción ‘mencionado arriba. Así, las diversas ideologías ateas no son más que concepciones y estructuras mentales que tienen como fin proporcionar una justificación a la propia conciencia, que en realidad sigue pidiendo otra justificación, la del arrepentimiento y nueva conversión a Dios. Por esto, la más alta tragedia del hombre es morir en un estado de apartamiento de Dios: Es el drama de tantos Judas a lo largo de la historia. Y por esto mismo, cuando se rechaza a Dios, se pasa al extremo de odiarlo y combatirlo, exactamente como lo hacen las ideologías del comunismo, del nazismo, del nihilismo etc.

Todos experimentamos en carne propia el preludio de este drama, que a lo largo de toda nuestra vida nos hace sentir nuestra vulnerabilidad.  ¿Quién no ha sentido envidia?, ¿quién no ha pensado o hablado mal de alguien?, ¿quién no ha sentido la garra de la concupiscencia o las insinuaciones del propio ego, exigiendo exaltación y reconocimiento etc.?  ¿Cuántos coches de lujo se compran por aparentar? Lo mismo puede pasar con viajes de crucero, con algún vestido o equipo deportivo etc., etc.

Luego, yendo a vicios mayores, el hombre amoral caerá más fácilmente en la infidelidad, en la corrupción administrativa, en el consumo excesivo de alcohol y de drogas, que muy pronto harán que se le vea en la cara que no es una persona de fiar, por lo que sus amigos serán sólo los que aprueban su comportamiento.

 

El bien siempre supera al mal

Dicho esto, el bien siempre es más fuerte que el mal, tanto a nivel personal como social y político. Aunque los medios nos pintan las cosas siempre mucho peores de lo que son, hay que preguntarse, ¿por qué nadie se ha molestado en inventariar estadísticamente el bien?  Por ejemplo, se da por supuesto que millones de padres se dedican con amor a sus hijos, millones y miles de millones acuden a su trabajo diario para mantener a los suyos, hablan con sus amigos, ayudan a necesitados y sufren tantos males ajenos.  Esta enorme mayoría silenciosa es la que mantiene en marcha a este nuestro maravilloso mundo moderno, dándose el bien por supuesto. Son los que con sus impuestos mantienen las estructuras de poder estatal que tantas veces luego manipulan al pueblo con mentiras y hasta lo sacrifica en guerras y los explota con la corrupción, como ovejas destinadas a dejar toda su lana, para terminar en el matadero.

Y no hay que olvidar los millones y millones que se portan mal sólo porque nadie les ha dado un buen ejemplo, una buena educación en la familia, sino que más bien han sido prácticamente empujados con fuerza, por tantas tristes circunstancias, a portarse inmoralmente, sufriendo continuamente la condena de su conciencia. Pero no por ello pierden su dignidad de hombres ni pierden sus derechos humanos.

Y esta misma gente -son legiones-, a lo largo de la vida, en parte han recapacitado y han logrado enderezar su vida hacia el bien:  esto lo vemos en la gente que sigue Jordan Peterson, que dice claramente que la religión importa mucho. Lo vemos también en tantos otros ejemplos, que se produce sin espectáculo ni noticia, en el silencio de la propia conciencia. El bien es no busca ser aplaudido, actuando escondidamente, sin ruido, por lo que sólo es noticia cuando llega a la heroica autoinmolación, siempre que reúna las condiciones para que sea vendible como noticia en los medios.

Una respuesta a “El Bien y el Mal II”

  1. […] un proceso interior de transgresiones contra los imperativos de la conciencia inclinada al bien (El Bien y el Mal II). Esta lucha entre el bien y el mal es el patrón de fondo de la literatura, en el cine o en videos, […]

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