Peter Kopa, 17.12.20
https://www.youtube.com/watch?v=j0GL_4cAkhI&t=637s
Qué es eso del bien y el mal
Desde lo más profundo de la historial del hombre ha habido esta dialéctica entre el bien y el mal, que no existe en los demás seres vivos por no ser inteligentes, y por tanto por no tener libertad, sino que actúan bajo el impulso ciego del instinto. Aquí invito a mis lectores a reflexionar sobre esta realidad porque influye profundamente también en los acontecimientos actuales. No voy a citar a fuentes, porque sobre el tema se ha escrito muchísimos, es el Leitmotiv en el cine, en las obras literarias etc. Nadie niega la dualidad del bien y del mal moral. No me refiero aquí al mal físico, como un tsunami o un terremoto desvastador.
¿Qué es el mal? En vez de ir a definiciones abstractas, vamos a bajar el terreno de los casos concretos, donde el mal se autodefine con una evidencia irrefutable:
Es malo robar, mentir, matar sin motivo proporcionado (autodefensa o en una guerra justa), corromper, ser infiel al propio conyugue, denigrar a otra persona sin motivo, maltratar a los padres etc. Todas las civilizaciones en todos los tiempos han tenido muy claro estos males, expresado en sus creencias religiosas, y, más tarde, en sus leyes. Y siempre que se han transgredido estos principios ha aparecido el desastre, tanto a nivel personal como social.
¿Qué es el bien? El bien se manifiesta en el respeto la dignidad del hombre, en tener hijos y educarlos, en trabajar para sostenerse y para adquirir en propiedad las cosas necesarias para la vida, en respetar y hasta amar a los parientes y amigos, no pensar ni hablar mal de ellos, ayudar al necesitado, defender y propagar la verdad, incluso en relación a las propias convicciones rectas etc.
¿Por qué es difícil hacer el bien?
¿Dado que el hombre es libre, por qué no sigue siempre el bien, al igual como los seres vivos siguen sus instintos o sus leyes naturales? ¿Si tiene una conciencia moral autónoma, por qué no sigue sus dictados que siempre exigen el bien en las situaciones concretas de la vida humana? Estamos tocando aquí un problema que se presenta como un misterio, ya que la respuesta a esta pregunta sólo es posible si concedemos que en el hombre hay un cierto „defecto de construcción “que le inclina a lo malo, contra toda lógica y contra la propia conciencia orientada hacia el bien.
Esta inclinación al mal es igualmente conocida por todas las civilizaciones y culturas anteriores al cristianismo y se manifiesta sobre todo en sus creencias y supersticiones. Hay que distinguir las religiones animistas o meramente sapienciales, de las religiones que tienen como punto de partida un solo Dios -como el judaísmo, el islam y el cristianismo. En la revelación judeo-cristiana encontramos la explicación del „defecto de construcción “del hombre, debida a la desobediencia de Adán y Eva a Dios. Así, en la naturaleza humana se había producido una lesión, que sólo pudo ser superada por el bautismo, por la fe y por el amor a Dios: estamos ante el pecado original.
La malicia esencial más profunda del pecado original es la mala intención que ha habido en Adán y Eva de querer ser como Dios. Es la ofensa de la soberbia, que en la vida del hombre se manifiesta, en última instancia, como el amor profundo a sí mismo, que llega a atreverse a desafiar a Dios, buscando ser el rey de todo y por encima de todo. Nietzsche ha proclamado la muerte de Dios, pero luego murió él y Dios sigue vivo.
La grandeza del Occidente cristiano
Esta información ha permitido a los judíos y cristianismo, desde el siglo XX a. D., a emprender la lucha contra la divinización mala del hombre, creando una civilización que en buena parte ha logrado librarse de la esclavitud de los males morales, gracias sobre todo a la labor de la Iglesia fundada por Cristo. Acudamos nuevamente a la casuística para verlo mejor:
Desde el siglo I, por primera vez en la historia se reconoce ampliamente la infinita dignidad del hombre individual, creado a semejanza de Dios, con unos derechos inalienables a vivir, a desarrollarse y perpetuarse en sus hijos y a ser respetado por la autoridad del estado. Este principio es algo totalmente nuevo en comparación a cualquier otra doctrina o civilización de entonces, y gracias a él el Occidente ha creado, en el curso de los siglos, una civilización que ha permitido un desarrollo de las ciencias y de la técnica sin precedentes, convirtiéndose en el ejemplo a imitar por el resto del mundo.
El hombre pudo superar radicalmente el „defecto de construcción “en su naturaleza, mediante la relación personal con Dios como Padre. Así logra romper las cadenas de las pasiones e inclinaciones contrarias al decálogo, conquistando una libertad moral que le permite hacer el bien y evitar el mal. Esto a su vez ha permitido la consolidación de la familia monogámica y la óptima educación de los hijos para una vida feliz y fecunda en todos los sentidos.
Pero, aun así, al Occidente no le fueron ahorrados guerras, pandemias y hambre. Pero estos hechos han servido al menos para buscar soluciones positivas en todos los campos, gracias a la libertad de pensamiento y al desarrollo de las ciencias y de la técnica. Pero, por otra parte, el Occidente ha disfrutado de muchos tiempos de paz, con gobiernos monárquicos que paulatinamente se fueron sometiendo a principios limitadores de sus poderes políticos. Durante toda la Edad Media ha habido un gran florecimiento cultural, sin el cual no hubiera sido posible la Edad Moderna.
La ruptura moral de Occidente
En el siglo XVI algunos filósofos se distancian de las enseñanzas de la fe cristiana, redefiniendo a Dios y al mundo en modo subjetivo. Este proceso lo inicia Descartes, poniendo al sujeto pensante en primer lugar, en contra del sentido común que partía del ser y de Dios, como su causa, y de la sabiduría enraizada en los clásicos griegos de Sócrates, Platón y Aristóteles. A este cambio se ha llamado, en escala descendente, subjetivismo, modernismo, iluminismo, ilustración, antropocentrismo, racionalismo y materialismo. Es una secuencia conceptual que termina en la negación radical de Dios, y, en consecuencia, en la negación contundente de la dignidad espiritual del hombre. Este giro copernicano abrió las puertas a la ideología materialista, produciendo un saldo de al menos 180 millones de muertes, sin contar la primera guerra mundial.
Pero antes, hace unos 180 años había comenzado la revolución industrial, motivada por la máquina a vapor, el motor a explosión, la electricidad y por la telefonía y las ondas electromagnéticas. Este proceso pasa, desde 1980, a la revolución informática y electrónica, cambiando profundamente el estilo de vida del hombre, con capacidad de conocer todo el mundo de un modo antes impensable, también gracias a la popularización de los vuelos intercontinentales.
Percepción actual del bien y del mal
En todo este gran movimiento global, la educación escolar del último siglo ha descuidado las enseñanzas tradicionales, perdiendo así el hombre la concepción de sí mismo y de su dignidad espiritual. Esto se ha manifestado eruptivamente, en Europa y USA, en la revolución sexual de los años sesenta del siglo pasado y en la amplia aceptación fáctica del materialismo, elaborado filosóficamente por los racionalistas alemanes de Fichte, Schelling, Hegel, Feuerbach y Engels, quien sentó las bases de la ideología comunista de Karl Marx.
Así, una parte importante de los hombres en 2020 dejan de ser cristianos, convirtiéndose en pasto fácil de las propias pasiones y sentimientos, azuzados por los continuos reclamos del mundo de imágenes que constantemente interpelan al consumo o a comportamientos orientados hacia un creciente hedonismo.
A pesar de todo esto, precisamente entre esta gente hay muchísimas personas de muy buen corazón, muy dispuestas a tomar en serio una alternativa de vida cristiana. El problema está en quién y cómo se les acerca esta invitación.
El impacto del bien y del mal en todos los órdenes
La concepción del bien y del mal sigue estando muy clara, pero tantísimas personas no tienen más a la fuerza moral para superar las tentaciones al y para hacer el bien. Por ejemplo, la dualidad bien-mal se comienza a percibir ya en la niñez. Si los padres no son creyentes, fácilmente se deforma este binomio, cayendo el niño en sus primeras experiencias de tipo moral, como son la mentira, la pereza, las impurezas de la pubertad, el descontrol de la atracción sexual, etc. etc. Luego, cuanto esta persona contrae matrimonio, surge tantas veces el drama de la infidelidad, el evitar los hijos, la corrupción -tanto en funciones públicas como empresariales y laborales etc.
En cambio, el esfuerzo eficaz por hacer el bien produce inmediatamente los frutos de signo contrario: en medio de los esfuerzos que exige crecer, aprender etc. aparece el equilibrio interior y la felicidad, que es condición absolutamente necesaria para el buen funcionamiento de la democracia y de las instituciones del estado.
Una respuesta a “El bien y el mal I”
[…] está inclinado a la inmoralidad, como lo hemos mencionado en nuestros tres artículos sobre el bien y el mal moral en este sitio. A nivel político, este mal es extremadamente visible y manifiesto, que explica por […]