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Por David Carlin, profesor jubilado de Sociología y Filosofía en el Community College de Rhode Island,
21.8.2020
En los últimos meses me han desconcertado dos fenómenos nacionales en USA.
Primero, la convicción expresada por mucha gente – por los de la izquierda más que por los de la derecha – que salvar vidas amenazadas por el de COVID-19 sería tan importante que deberíamos «cerrar» la vida económica, académica, religiosa y el consumo de cerveza en la nación para lograr este fin.
Por supuesto que estoy personalmente a favor de salvar vidas, especialmente porque pertenezco a un grupo demográfico vulnerable. Es decir, soy un viejo con dos o tres «condiciones subyacentes». Pero salvar las vidas de personas viejas y enfermas rara vez significa que esas personas volverán a estar en pie, jugando al tenis o corriendo medias maratones o trabajando en proyectos de ingeniería. No, significa extender sus vidas por un año o dos, o un mes o dos.
Ahora bien, no hay nada malo en extender la vida aunque sea por un corto tiempo. A mí mismo me gustaría tener tantos meses como sea posible. Pero, ¿valen la pena estos pocos meses extra para dejar a decenas de millones de personas sin trabajo, mantener a decenas de millones de niños alejados de las aulas y evitar que un número incontable de jóvenes se diviertan y se aventuren como sólo se puede hacer cuando se es joven?
Una larga vida es buena, pero no es el único bien. El trabajo también es bueno. Los cheques de pago son buenos. La escuela es buena. Socializar es bueno. Divertirse es bueno. Y así sucesivamente. Pero en los últimos meses muchos americanos parecen haber pensado que el bien supremo es la larga vida.
Luego me desconcierta la creencia generalizada de que el racismo es el más horrible de los pecados, el único pecado realmente grave. Ahora bien, el racismo es malo, pero también lo son muchas otras cosas. En mi opinión, por ejemplo, el aborto es malo, y también lo es la conducta homosexual, y también lo es golpear a tu novia o esposa, y también lo es engañar en tus impuestos, y también lo es abandonar a tu descendencia, y también lo son muchas otras cosas.
Sin embargo, según la opinión pública reciente, todos estos otros pecados se desvanecen hasta casi desaparecer cuando se comparan con el gigantesco pecado del racismo. La gente (principalmente de la izquierda) no tiene ninguna objeción al aborto en masa o a la fornicación casual o a la sodomía homosexual, y tampoco tiene la más mínima objeción a que los padres abandonen a sus hijos.
Todo esto me parece muy extraño, a un anciano católico con algunas condiciones subyacentes. ¿Qué es lo que pasa?
Desde hace muchas décadas, los izquierdistas o progresistas o liberales (como quiera llamarse) han estado librando una guerra contra la idea de que los valores, especialmente los morales, sean objetivos. Han sido defensores de la idea opuesta, el subjetivismo de los valores, según el cual todos los valores no son más que preferencias subjetivas. Si prefieres a Mozart a la música rap, esa es tu opinión. Tienes derecho a ello, siendo éste un país libre. Pero no es más que tu opinión, no es un hecho. Que el agua está mojada, es un hecho. Que Mozart es mejor que el rap no es un hecho: es simplemente su preferencia personal.
Lo mismo ocurre con el aborto o la homosexualidad. La gente que se considera estar más al día que yo me ha explicado a menudo, «Cuando usted (Sr. Anciano Católico) dice que el aborto y la sodomía homosexual están moralmente mal, todo lo que puede significar es, ‘desapruebo el aborto y la sodomía homosexual’. Bien. Eres un tipo anticuado, y como otros viejos nacidos antes de la invención de las computadoras y del Fentanyl, no te gustan esas cosas. Pero a nosotros sí nos gustan. Y resulta que te superamos en número. Pronto estarás muerto, y te superaremos aún más en número».
Ahora bien, esta persona podría haberme dicho: «Tienes derecho a tu opinión». Pero no lo hizo. Porque mientras que todavía tengo derecho a mi opinión sobre Mozart, no tengo derecho a mi opinión sobre la homosexualidad y el aborto. No, el debate sobre esos temas está ahora cerrado en América. Toda desaprobación de la homosexualidad o el aborto es ahora malvada. No tiene excusa. Los sabios moralistas de América han hablado.
En una sociedad en la que todos los valores se consideran subjetivos, ninguno como verdad objetiva, hasta algunos subjetivistas que sostienen los valores tienen una idea de a dónde puede llevar esto finalmente, y tiemblan. Puede conducir a la anarquía moral; puede conducir a una licencia para asesinar, violar, robar, saquear, quemar, etc.
«No», piensan para sí mismos, «debe haber ALGUNOS valores en los que todos podamos estar de acuerdo».
Y así dicen que la vida humana es un bien absoluto, y que debe ser protegida contra COVID-19, aunque tengamos que hacer un enorme daño a nuestra economía y a nuestras escuelas. Por supuesto, su credibilidad como defensores de la vida se anula por su apoyo a la matanza de bebés no nacidos.
Dicen que el racismo es un mal absoluto y que todo rastro de él debe ser erradicado de nuestros corazones y mentes, incluyendo nuestras mentes inconscientes. Sin embargo, estos, nuestra ´policía´ antirracista, permanecen hipócritamente indiferentes a dos hechos atroces: un inmenso número de niños negros crecen sin padres – un factor importante que limita sus perspectivas – y un inmenso número de bebés negros son abortados cada año.
Durante unos cien años, los pensadores liberales de élite han enseñado que todos los valores, incluidos los morales, son meramente subjetivos; pero recién en las últimas décadas estas enseñanzas han llegado a penetrar en las masas. Esas élites generalmente no querían más que una licencia para la libertad sexual; esperaban que las cosas se detuvieran allí. Pero las masas humanas, especialmente el estrato más bajo, son más lógicas. Usan el subjetivismo moral como una licencia para el desorden y la criminalidad.
Y así, algunas de nuestras elites comienzan a retroceder horrorizadas por lo que han hecho. Ahora dicen cosas como, «La vida es objetivamente buena» y «El racismo es objetivamente malo».
Eso es bueno. Pero puede ser muy poco y muy tarde.