ARTÍCULOS EN ESPAÑOL E INGLÉS PARA ESPAÑA, AMBAS AMÉRICAS Y USA
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Peter Kopa, Praga,  3.2.2021  –  The English version follows below

https://www.youtube.com/watch?v=WDpujxB6Eoc

https://www.youtube.com/watch?v=2G3MsDh2ci8&t=33s

Ofrecemos una recensión de Eduard Kaeser, Físico y Dr. en Filosofía. Trabaja como profesor y publicista independiente. En 2018, la editorial alemana Schwabe-Verlag publicó «Los Caballos de Troya de nuestro tiempo. Ensayos críticos sobre la digitalización». Un resumen de su pensamiento apareció en la Neue Zuercher Zeitung, en Zúrich, el 28.11.2020.

Comentarios introductorios de la redacción

Hay que distinguir, en el orden de las ideas, el plano de las ciencias exactas y experimentales, que, si bien pueden tener errores en algún aspecto, siempre se han superado gracias a nuevas comprobaciones. Y esto de una forma desapasionada, porque el patrón objetivo que sostiene el edificio de estos conocimientos son los objetos mismos de tales ciencias, que, mediante el principio científico de la evidencia, se han ido depurando a sí mismas, permitiendo el enorme progreso científico y tecnológico que todos agradecemos.

En cambio, el orden de las ideas filosóficas, políticas y económicas es mucho más difícil formular leyes, porque la materia tiene que ver más con el arte que con la ciencia. Así es difícil definir leyes científicas, que sean el resultado de una evidencia irrefutable, como es el caso en las ciencias exactas y experimentales, como se dice arriba. Así se entiende cómo un pueblo de altísima educación y cultura haya podido ser contaminado por la ´pandemia´ del nacismo, cuyo punto de partida ideológico es análogo al marxismo y a tantas ideologías que hoy se intentan imponer, como el genderismo, el calentamiento global, la inexistencia de la verdad, la primacía del placer, el relativismo cognoscitivo etc.

La censura que imponen las grandes redes sociales nos recuerda la escena del Quijote, donde el cura y el barbero tiran al fuego los libros que pensaban había enloquecido al hidalgo de la Mancha. Cuando una ideología se instaura en el poder político y militar, inmediatamente se impone la censura de forma ´manu militari´. Unas manifestaciones de esta actitud las vemos en las censuras de las redes sociales y en las censuras absurdas favorecidas por la UE en relación a palabras, conceptos, prohibiciones innecesarias impuestas por el coronavirus etc.


Recensión

Los pensamientos pueden ser análogamente tan contagiosos como los virus y las bacterias. Mientras que las epidemias biológicas son bastante indeseables, no se puede decir lo mismo de las epidemias intelectuales. Tomemos, por ejemplo, el Psicoanálisis:  hagamos, con total libertad de pensamiento, una consideración de fenómenos muy interesantes.

Todos somos receptivos a ciertas ideas e inmunes a otras. Una vez infectados, podemos, tras un cierto periodo de incubación, infectar a otros. Tomemos un ejemplo de principios del siglo pasado, el psicoanálisis. Es, en las mordaces palabras de Karl Kraus, la enfermedad mental que cree ser la terapia. Los escritos de Freud eran portadores de la materia infecciosa que contagió a Jung, Abraham o Ferenczi. Estos, tras un periodo de incubación, se convirtieron a su vez en huéspedes del virus psicoanalítico. En el proceso, Jung desarrolló más bien una resistencia adquirida a esta patología, mientras que la resistencia de la profesión médica vienesa correspondía probablemente a una inmunidad innata.

La historia del psicoanálisis en su primera fase se lee como la crónica de una epidemia. Se pueden decir cosas análogas sobre la mecánica de Newton, la teoría de la evolución de Darwin, la teoría de los conjuntos de Cantor, la teoría del empleo de Keynes. Y no se limitan en absoluto a la ciencia exacta, sino que se aplican también en Kant, Marx o Nietzsche. Pero, donde el proceso epidémico ha ido cambiando el mundo lo encontramos en el orden de las ideas filosóficas.

¿Qué hace que una idea sea tan virulenta? ¿Es que hay muchos «superdifusores» en ciertos círculos intelectuales? Estas indagaciones son reveladoras, porque la explicación supone mirar al progreso científico desde un punto de vista epidemiológico. La longevidad de una idea suele significar el predominio de los «mandarines» científicos y sus discípulos en cierto campo del saber, que contrarrestan la difusión de ideas alternativas y competidoras. La inmunidad de rebaño, por así decirlo, está formada por una escuela científica frente a otra. Según la famosa cita de Max Planck, las ciencias exactas avanzan de un funeral a otro. En otras palabras, las nuevas teorías a menudo sólo pueden ganar impulso cuando las eminencias de una disciplina se retiran y la inmunidad de sus ideas establecidas disminuye.

¿Cómo se comportan las malas ideas?

Hasta ahora hemos hablado de ideas buenas o neutrales. ¿Y las malas? Es decir, ciertamente podemos hablar de una «patogenicidad» de las ideas. La cuestión es de gran importancia. Vemos cómo los contenidos «contaminados» – información errónea, teorías chifladas, rumores – se propagan literalmente de forma pandémica en las redes sociales.

Hagamos una analogía aquí también. En una enfermedad pandémica, las múltiples cepas de patógenos suelen competir por el dominio y la supervivencia en una población de huéspedes. Las visiones del mundo fuera de lugar, las medias verdades y las falsedades pueden considerarse, por tanto, «patógenos» intelectuales. Están en constante competencia con las ideas «sanas». Todos compiten por la atención, es decir, buscan huéspedes contagiables. Se podría definir una población sana por el hecho de que en ella las ideas «sanas» impiden que las «patógenas» se propaguen ampliamente. Sin embargo, si la salud intelectual de una población se descompone y pierde su unidad, dividiéndose en subpoblaciones cerradas, los virus de las ideas «patógenas» pueden encontrar sus nichos en los que pueden seguir existiendo. Las redes sociales son el caldo de cultivo ideal para estas cepas de virus, fomentando así una segregación intelectual de proporciones aterradoras, sobre todo en lo que se refiere a la verdad y a los principios culturales judeo-cristianos sobre los que se ha edificado la grandeza del Occidente.

La difusión del virus de la oposición

En la actualidad, estamos infectados por el virus del complot. Y parece que su tasa de reproducción es alta, lo que hace suponer que el virus es un producto de las redes sociales. Pero es muy antiguo, porque recicla siempre el mismo patrón narrativo, que se puede condensar en una frase: las epidemias siempre tienen sus culpables.

Por ejemplo, en 1321, durante la epidemia de lepra en Francia, algunos enfermos fueron acusados de conspirar para propagar la enfermedad. En su libro «El sábado de las brujas», el historiador Carlo Ginzburg dice que los supuestos conspiradores leprosos esparcían polvos venenosos en pozos, manantiales y ríos para infectar a los sanos. Los enfermos fueron detenidos, encarcelados, torturados y quemados. Hoy tampoco hay nada nuevo bajo el sol. El patrón de la trama sobre el virus Sars-CoV-2 se ve actualizado con el PC de China, las agencias de inteligencia de EE.UU., con la Fundación Bill Gates, Big Pharma o los invasores obligatorios de Alfa Centauro, según la preferencia de cada uno.

Basuras virales

Volvamos a hacer una analogía: los excrementos de las grandes redes es un virus intelectual pandémico. Su epidemiología se basa en tres principios básicos: 1) Producir ´bullsheet´ es fácil, mientras que eliminarla es desproporcionadamente más difícil. 2) «Demostrar» las tonterías no requiere ninguna inteligencia, mientras que refutarlas requiere mucha. 3) El ´bullsheet´ viral se extiende más rápido que cualquier intento de corregirlo y refutarlo. Por lo tanto, contra los incubadores de los medios de comunicación social, no hay ninguna «vacuna» a la vista contra el ´bullsheet´.

Port tanto, hay que mirar a la situación actual con una actitud estoica. Desde su descubrimiento, los microbios han sido considerados primordialmente como «contaminación», como contaminantes y portadores de gérmenes del mal: una suciedad biológica que debe ser eliminada. Lo mismo puede decirse de la suciedad intelectual, de las tonterías. El estoicismo ahora significa comprender la enorme trascendencia actual de la tarea educativa y cultural.

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