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La muerte del patriotismo

Peter Kopa, 26.5.2023 en Praga

Nuestro artículo toma pie del documento producido por The Epoch Times, abajo. Nuestras referencias son primordialmente USA porque es el país líder en casi todos los campos, también en el sentido de que los demás países son altamente receptivos a cómo se piensa y se hace algo en este país, que ha hecho tanto bien en la lucha contra el comunismo y el nazismo. Si bien la muerte del patriotismo se manifiesta en todos los países líderes – incluso en Rusia -, en USA se puede observar mejor gracias a la mayor transparencia mediática.

https://www.theepochtimes.com/america-has-become-so-divided-that-foreign-threats-no-longer-unite-the-nation_5292245.html?utm_source=Enews&utm_campaign=etv-2023-05-26&utm_medium=email&est=rM7tq9CSM

A menudo, las guerras las deciden patriotas tan entregadas a una causa que están dispuestas a matar o morir por ella. De hecho, esto tiene un valor estratégico para los gobiernos. En la historia, las amenazas de guerra y los tambores de combate han sido a menudo llamadas de atención que unifican a una nación detrás de una idea patriótica. A veces, el mero hecho de hablar de una guerra y de mostrar que hay que prepararse para ella ha bastado para unir al pueblo tras una causa patriótica común.

Pero ahora parece que las amenazas de guerra, y las amenazas crecientes de las naciones enemigas, ya no unen a los estadounidenses. ¿Qué significa esto para el país? ¿Y cuáles serán las implicaciones más profundas de la muerte del patriotismo?

Los danos del materialismo cultural

Después de la segunda guerra mundial, la mayoría de los intelectuales se plegaron a la profecía, de que el racionalismo político y cultural, con su materialismo subyacente, por fin había logrado la paz, al menos entre los países más poderosos. Sin embargo, la guerra fría desde 1945 hasta 1989 nos fue mostrando, de que la ley inexorable de la historia volvería a sacarnos de este autoengaño.

Hace muchos años, en una entrevista televisiva, al entonces ex canciller de la República Federal Alemana Helmut Schmidt le hicieron una pregunta sobre sus seis años de combate desde 1939 hasta 1945. Contestó que se alistó en el ejército alemán por considerarlo su obligación ciudadana. Esta actitud ya no se puede esperar hoy porque estamos ante la muerte del patriotismo.

La causa profunda de la recaída en el ambiente bélico actual es el materialismo, que se ha ido sembrando ya siglos atrás, acallando al mismo tiempo la voz de la Iglesia. Consiste en una visión del hombre como mero producto de un ciego destino, relegado a la casualidad de un caos cósmico sin comienzo ni fin, sin sentido ni razón suficiente, sin un Dios que nos espera en la vida eterna. Esta situación ha excitado la codicia y el afán de poder, sobre todo entre las naciones hegemónicas: USA, Rusia y la China.

Así, la identidad misma del hombre, su concepción de sí mismo, quedó relegada a una mala suerte, pasando a ser animal de caza libre para todo tipo de tiranías ideológicas. Así, las principales excogitaciones que ha parido la mala conciencia de ciertos intelectuales fueron el comunismo, el nazismo y el fascismo.

Estos patrones de pensamiento y acción política fueron no sólo superados, sino culturalmente condenados por la gran mayoría del mundo occidental. Sin embargo, el mundo no logra superar su veneno materialista subyacente, que sigue actuando en la gente como los efectos retardados de una mala vacuna en el torrente circulatorio. Este hecho apunta a una realidad que se cumple inexorablemente en la historia: el hombre no se puede salvarse a sí mismo, ni como individuo, ni como nación.

Ante la oferta de una felicidad falsa, a precio de subasta, en los supermercados de venta de placeres efímeros, el hombre tiende a caer en la fosa de estos atractivos que le llevan a cierta alienación moral. Y si junto a este rebajamiento el hombre deja de creer en Dios, el patriotismo pierde el suelo que lo sustenta.  La única forma de no caer en la fosa es tener una gran autoestima derivada de una consciencia de identidad personal trascendente, orientada a Dios como fin último. Y esta feliz libertad sólo se puede lograr abrazando las enseñanzas reveladas por Dios mismo en las Sagradas Escrituras. Otras enseñanzas también pueden ayudar, siempre que manifiesten una sabiduría conforme a la verdad.

Las ideologías provocan la muerte del patriotismo

Dicho esto, se comprende que hoy, la mayoría de la gente no es patriótica porque el patriotismo es una virtud derivada del amor a los padres, a la patria y a Dios. Pero se trata aquí de un amor dispuesto al sacrificio máximo, como es el caso de la autodefensa, cuando se protege el valor máximo de la vida misma. Y una tal disposición sólo puede existir cuando un hombre tiene unos valores y principios que se fundamentan últimamente en un fin último absoluto a alcanzar, que es Dios y el cumplimiento de su voluntad. Y precisamente esta voluntad puede exigir en ciertos casos la disposición de arriesgarse hasta el extremo de la propia muerte.

Por tanto, se comprende que hoy muchos no puedan tener sentimiento patriótico alguno. Así, por ejemplo, en Alemania sólo el 5% de la gente joven estaría dispuesta a ir a la guerra de como deber de conciencia.  Así, en USA el ejército tiene grandes problemas para convencer a los jóvenes para que se alisten en sus filas. Esto es una sorpresa, porque se daba por descontado que nunca faltarían las personas para emplear los armamentos más sofisticados del mundo, que se tragan muchos billones de USD aportados por los impuestos del pueblo.

 

Causas inmediatas de la muerte del patriotismo

En los últimos pocos años han brotado en la sociedad americana toda una gama de ideologías puestas en el mercado cultural por los agentes del globalismo. El fin de este nefasto cultivo es arrasar con la cultura judeo-cristiana, para introducir luego el nuevo orden mundial propalado por Paul Schwab en el Foro Económico Mundial de Davos, al comienzo de este año. Se trata de los bien conocidos programas de acción socio-política LGTB, Woke. CRT y genderismo. Lo impresionante es la rapidez con la que se difundieron mediáticamente, aplicándose luego mediante leyes aprobadas bajo la fuerte presión del lobbying globalista, dispuesto no sólo a corromper a cualquier autoridad oficial sino incluso a amenazar a la propia familia.

Alistarse en un ejército exige que sea un acto voluntario basado en una identificación y confianza ilimitada en la autoridad y en las decisiones del propio país. Pero hoy, esta confianza está destruida, después de tantos abusos de autoridad con ocasión de la pandemia, de la inflación, de la creciente corrupción que exige continuamente un aumento de la presión fiscal. Un soldado que ha sido forzado a ir a combatir se comporta pasivamente y no está dispuesto a tomar iniciativas de algo riesgo porque no es patriota. Y en el fragor de la lucha  ha sucedido tantas veces en la historia bélica, que un superior opresor termina ser odiado y ajusticiado por sus súbditos desde el anonimato de la propia formación en batalla. Estos casos siempre se han cubierto con el manto del más absoluto silencio.

 

 

 

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