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En la mejor prensa suiza, la Neue Zuercher Zeitung, apareció hoy un artículo muy interesante, firmado por Andri Rostetter, sobre la importancia de la escuela. Señala que, si se hunde, arrastra también al estado, al menos tal como lo entendemos hoy. Sin embargo, Rostetter no lo ve como un problema de la familia sino como un problema infraestructural. Comentamos a continuación esta aportación en relación con suiza.
Algunos síntomas de una crisis generalizada
En 2006, los profesores del colegio Rütli de Berlín-Neukölln lanzaron una llamada de socorro. La violencia había escalado hasta tal punto que algunos profesores sólo se atrevían a entrar en clase con teléfonos móviles de emergencia. En 2020, el instituto Bockmühle de Essen saltó a los titulares porque casi dos tercios de sus 1.400 alumnos procedían supuestamente de familias que vivían en Hartz IV, que es la ayuda social que da el estado a los que no tienen trabajo o ingresos. En 2021, según un estudio de la Fundación Bertelsmann, 7500 alumnos en Alemania acabaron sin título de secundaria. Es decir, el 6,2%.
Si bien Suiza sigue siendo relativamente una paraíso escolar, las dificultades proceden también aquí de una única causa fundamental: la disfuncionalidad de la familia como institución tradicional basada en principios cristianos. Este es un problema que no se puede resolver con dinero, como es el caso de una nueva escuela suiza para 1500 alumnos, que costó 240 millones de euros. Los directores de los centros tienen que cubrir permanentemente las carencias de personal, se enfrentan a problemas de espacio y a la burocracia oficial. Y los padres muestran desinterés por las escuelas o las consideran incapaces de proporcionar el apoyo adecuado a sus hijos que consideran en parte superdotados.
El círculo vicioso que amenaza las escuelas
El deterioro del estatus social de las escuelas no es un fenómeno nuevo. La pérdida de imagen se remonta a la crítica institucional del movimiento de 1968, que sacudió todo lo que se parecía a la autoridad. La cascada de reformas iniciada en los años 90 condujo a una desorientación general de la enseñanza, y el atractivo de la profesión docente siguió disminuyendo. Así se ha desencadenado el círculo vicioso de la escasez de personal y el deterioro de la calidad educativa.
Las convulsiones políticas y sociales mundiales golpean hoy con toda su fuerza las aulas. Al mismo tiempo, las escuelas apenas están preparadas para el futuro. Según el informe del FEM «El futuro del empleo» de 2016, el 65% de los niños que ingresan hoy en la escuela primaria tendrán más tarde empleos que aún no existen.
Desde el cierre de escuelas en la pandemia, los educadores han recuperado su merecida reputación. Los padres han visto lo difícil que es enseñar a los niños día tras día. Políticamente, sin embargo, este aumento de prestigio ha sido prácticamente intrascendente.
Es el principio de un círculo vicioso. El personal está sobrecargado de trabajo, el atractivo de la escuela como lugar para trabajar disminuye. Los profesores cambian de empleo o ni siquiera comienzan. El personal existente tiene que asumir más tareas, el peligro de sobrecarga aumenta. Cuanto menos personal tienen las escuelas a su disposición, más difícil resulta mantener la calidad de la enseñanza al nivel requerido.
Autoridades suizas desbordadas
En los últimos años, innumerables estudios han arrojado luz sobre las causas de la escasez de profesores, y es bien conocida la influencia de la presión de las reformas, el tamaño de las clases, los niveles salariales, las oportunidades de formación y otros factores.
La petición recurrente de salarios más altos es también una expresión de impotencia del estado. La idea de que el número de profesores puede controlarse mediante la política salarial está desmentida desde hace tiempo. Incluso la consultora Bass, afiliada al SP ( Partido Socialista), tuvo que concluir en un estudio para el cantón de los Grisones, en 2010, que los aumentos salariales no son un medio eficaz para combatir la escasez de profesores. Al contrario, tienen el potencial de agravar el problema, sobre todo porque pueden ser un incentivo para reducir las plantillas.
La infraestructura y el entorno escolar
Si bien Rostetter considera que la infraestructura escolar es la clave para resolver el problema escolar, la mayoría de los expertos en la materia nos dice que este juego se pierde o se gana en la educación preescolar en la familia. Lo que aquí se omita, deforme o estropee, difícilmente lo podrá arreglar la escuela. Pero como factor de segundo orden bien puede ayudar mucho la mejora infraestructural para salir de la crisis: la escuela debe ser lo más atractiva posible como lugar de trabajo. Debe ser un lugar en el que a los profesores les guste estar. Debe ofrecer a los alumnos el mejor entorno posible para su desarrollo.
Sobre esto hay mucho material ilustrativo. Tras el cambio de milenio, Gran Bretaña ya intentó modernizar la educación con el programa «Construir escuelas para el futuro», combinando arquitectura e innovación pedagógica. El diseñador danés Rosan Bosch, pionero de la arquitectura educativa moderna, asesora a autoridades de todo el mundo y construye escuelas desde Abu Dhabi hasta Pekín. En Suiza, son sobre todo las escuelas públicas las que apuestan por un pensamiento innovador y a largo plazo, como las New City Schools de San Gall y Zúrich o el grupo educativo ´Haus des Lernens´.
El atractivo de las escuelas como lugares de trabajo también puede aumentar si se reduce radicalmente la carga de trabajo de los profesores. Esto no sólo significa que haya que anular las tareas que no estén directamente relacionadas con la enseñanza. También son necesarias medidas de acompañamiento, como cursos de idiomas obligatorios para los niños de lengua extranjera, sanciones para tratar con los padres que no cooperan y apoyo a los profesores jóvenes cuando empiezan su carrera.
Para ello no hacen falta nuevos planes de estudios ni concordatos Harmos. Los cantones pueden aplicar esas medidas por su cuenta. Cuesta dinero, pero es laborioso y lleva tiempo. Y los efectos tardarán años en manifestarse. No hay alternativas. Una crisis en la escuela se convierte tarde o temprano en una crisis en la sociedad y del estado.