Peter Kopa, Prague, 26.3.2022
Ofrecemos el resumen de un extenso artículo aparecido en la ´Neue Zuercher Zeitung´, Zuerich, el 16.6.2021, cuarenta años después del intento conspirativo de la logia P2 de someter al gobierno italiano bajo su control. En la actualidad cabe preguntarse si el poder masónico mundial tiene la misma penetración en todos los países del mundo y qué papel ha desempeñado en la crisis pandémica (Covid 19: La hipótesis de la conspiración I)
Propaganda Due («Propaganda Dos» en italiano), más conocida por la sigla P2, fue una logia masónica italiana . Se hizo célebre como organización clandestina,que provocó el mayor escándalo de la historia de la República Italiana: la P2 salió a la luz pública con las declaraciones del mafioso Michele Sindona. Entre 1965 y 1981, condicionó el proceso político italiano mediante la inclusión de personas de confianza de la P2 dentro de la Magistratura, el Parlamento, las Fuerzas Armadas y la Prensa.
Génesis de la conspiración de la Logia P2 en Italia
En tiempos de la Guerra Fría, Italia fue uno de los países que participaron en la formación de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea. Si bien entonces en Roma gobernaban los Demócratas Cristianos (DC) en Roma, durante décadas después de 1945, los comunistas eran entonces la fuerza política más relevante en Europa, con cerca del 30% de los votos. Y aunque el ´Partito Comunista Italiano´ desempeñó un papel decisivo en la redacción de la constitución republicana de 1948 y se distanció claramente del comunismo de corte soviético, los círculos políticos de la derecha lo demonizaron como enemigo del Estado. Los Estados Unidos también hicieron todo lo posible para impedir la participación de los comunistas en el gobierno, por temor a un efecto dominó.
En 1950, el servicio de inteligencia militar de Italia, en cooperación con la CIA, creó la unidad paramilitar secreta Gladio, para el caso de una eventual invasión de las tropas del Pacto de Varsovia. Por tanto, la unidad intentó frenar la influencia política de los comunistas con medios muy cuestionables. Aquí es donde entra en juego la Logia masónica P2, que perseguía el mismo objetivo buscando proteger los privilegios de la élite y el carácter conservador del país. El personal de ambas organizaciones coincidía en muchos aspectos. Hasta 1974, ambas fuerzas llegaron hasta a coquetear secretamente con un golpe de Estado, pero después se concentraron en debilitar el sistema democrático desde dentro.
En 1981 se descubre la lista de miembros de la P2
Los protagonistas de esta crisis no se pudieron conocer hasta 1981, cuando por casualidad, los investigadores fiscales de Milán descubrieron la mayor conspiración de la historia de Italia. Se habían involucrado ministros, generales y jueces. Primero planearon un golpe de Estado, pero luego se contentaron con socavar la democracia. Todo comenzó con una investigación criminal sobre el colapso del imperio financiero de Michele Sindona. El abogado encargado de la liquidación fue asesinado y el banquero siciliano intentó fingir su propio secuestro por parte de terroristas de izquierdas mientras se escondía bajo la protección de la mafia.
En esta investigación apareció el nombre de Licio Gelli, por lo que los jueces milaneses encargados del caso ordenaron el registro de su residencia y de una empresa textil en la Toscana. Así es como el 17 de marzo de 1981, los agentes de la policía financiera descubrieron en una maleta, entre otros documentos explosivos, un registro en el que estaban escritos 962 nombres. Se trataba nada menos que de la lista de miembros de la legendaria logia secreta Propaganda Due (P2), una rama oculta de la centenaria logia masónica Grande Oriente d’Italia. ¿Quiénes eran estas personas?
44 miembros del Parlamento, 3 ministros, 5 secretarios de Estado, muchos funcionarios oficiales, docenas de generales militares y otros muchos altos dignatarios del Ejército, los jefes de los servicios secretos del Estado y de la policía fiscal, numerosos diplomáticos, jueces y fiscales del Estado, periodistas influyentes, editores y empresarios, entre los cuales figura Silvio Berlusconi.
El gran encubrimiento
Este material explosivo se entregó a los jueces de instrucción Gherardo Colombo y Giuliano Turone, quienes lo pasaron al primer ministro Arnaldo Forlani. Pero debido a que tanto el secretario de Forlani, como el ministro de Justicia y otros colegas del gabinete también eran miembros de la logia, el jefe de gobierno no tomó ninguna medida. A la vez, el asunto despertó poco interés en los medios de comunicación, y los jueces milaneses fueron instados por sus superiores a abandonar la investigación.
Pero el 20 de mayo de 1981, bajo la presión del Parlamento, Forlani se vio obligado a publicar la lista. De repente se habló de un «escándalo de escándalos», y Forlani tuvo que dimitir el 26 de mayo por sus intentos de encubrimiento.
A finales de junio, Giovanni Spadolini fue el primer político nombrado como jefe de gobierno que no procedía de la poderosa Democracia Cristiana. El liberal de izquierdas intentó romper la influencia de los llamados P2istas, pero fue rápidamente derribado por ellos. En agosto de 1983 se instaura el primer gobierno del socialista Bettino Craxi y Forlani pasó a ser el segundo hombre en el gobierno, y así los hermanos de la Logia volvieron a ocupar importantes cargos políticos.
Hasta este momento no se conocía el alcance total de esta enorme conspiración. Como los implicados ocupaban cargos importantes, consiguieron manipular tanto la investigación política como la judicial. Así, las investigaciones lograron desacreditar la lista y la fiscalía de Roma retiró la investigación a los milaneses, argumentando que se trataba de una conspiración contra el Estado y, por tanto, de un caso de importancia nacional. Sin embargo, tan pronto como Roma se hizo responsable de la investigación, ésta se agotó, quedando impunes los responsables de tanto mal para Italia.
Nuevo intento del Parlamento italiano
El Parlamento encargó a la democristiana Tina Anselmi la investigación política del asunto. En julio de 1984, presentó un amplio informe final en donde habla de una «organización generalizada» que funcionaba como un «Estado dentro del Estado» y «se infiltraba en los centros de decisión civiles y militares de forma calculada y masiva» con el objetivo de «socavar la democracia desde dentro».
En virtud de la «Legge Anselmi», la P2 fue disuelta oficialmente en 1982. Sus bienes debían ser confiscados y los implicados castigados. Pero nada de esto aconteció hasta 1985, cuando Elisabetta Cesqui, jueza de instrucción de Roma, reabrió el caso. Pero todos los que intentaron aclarar el asunto se encontraron con grandes obstáculos puestos por los implicados en el crimen, impidió doseles trabajar y recibiendo graves intimidaciones. El juicio comenzó en 1992 y terminó dos años después con una dudosa absolución de todos los sospechosos de los cargos principales.
El ex presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi dijo en una entrevista en 2013: «En Italia, nunca se ha dado suficiente importancia a la P2…». . . Detrás de los telones, se ha seguido manipulando las instituciones del Estado. El hecho de que nunca hayamos erradicado completamente este cáncer es motivo de gran preocupación».
Posible implicación de la P2 en los asesinatos políticos
A mediados de 1970 se produce un entendimiento entre los democristianos y comunistas bajo Aldo Moro y Enrico Berlinguer, lo cual se oponía a los intereses de la P2. Cuando los comunistas iban a participar por primera vez en un gobierno de solidaridad nacional, en marzo de 1978, Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas, de extrema izquierda, y asesinado tras ser retenido como rehén durante 55 días.
Según Colombo y Turone la P2 estaba involucrada en esto: el comité de crisis de las fuerzas de seguridad, que debería haber trabajado por la liberación del alto político, estaba compuesto casi exclusivamente por hermanos de logia que no tenían ningún interés en su liberación, según el veredicto de los jueces de instrucción.
Esta creciente polarización tuvo un alto precio. Entre 1969 y 1983, las Brigadas Rojas de extrema izquierda y los extremistas neofascistas perpetraron en Italia muchísimos atentados terroristas. Durante los llamados años de plomo se produjeron miles de atentados en el país. Se cobraron cerca de cuatrocientas vidas y quedaron heridas más de mil personas.
Los miembros del P2, dentro del aparato de seguridad del Estado obstruyeron la investigación de los atentados. Pero también hay indicios de que los agentes de los servicios secretos, los carabinieri y la policía financiera estaban también implicados en el terror negro. Según la Comisión Anselmi, los hermanos de la logia estuvieron implicados en el atentado contra el Italicus Express entre Roma y Múnich en 1974, que se cobró 12 vidas. Las investigaciones recientes también han concluido que el jefe de la logia fue uno de los instigadores del atentado contra la estación de tren de Bolonia en 1980, en el que murieron 85 personas.
La logia P2 y la mafia italiana
Los hermanos de la logia también mantuvieron buenas relaciones con el crimen organizado, especialmente con la entonces poderosa Cosa Nostra siciliana. Para llenar los puestos importantes del Estado con leales, necesitaban sobornos. La mafia, a su vez, estaba interesada en blanquear el dinero negro obtenido mediante el tráfico de drogas.
Licio Gelli, el ´Venerable Maestro´ de la P2
En sus años de juventud, el toscano se había unido a los Camisas Negras de Mussolini y había servido como oficial de enlace para los contactos del régimen fascista con los nazis. En 1963, Gelli se hizo masón y ascendió rápidamente en la organización. Reclutaba a personalidades influyentes como miembros adulándolos, sobornándolos o chantajeándolos con información explosiva. En 1975 se convirtió en «Venerable Maestro» de la P2.
Gelli fue investigado por asesinato, terrorismo y conspiración. Sin embargo, finalmente sólo fue condenado por quiebra fraudulenta, adquisición ilegal de secretos de Estado, difamación de jueces y engaño en la investigación tras el atentado de Bolonia. Nunca se le exigieron responsabilidades por su papel como jefe de la P2. Circularon rumores de que Gelli era intocable porque tenía documentos cuya publicación habría avergonzado a personas influyentes. Pasó los últimos años de su vida con su segunda esposa, casi 40 años menor que él, en arresto domiciliario suelto en su villa cerca de Arezzo, donde murió en 2015 a la edad de 96 años.
La mayoría de los responsables resultan impunes.
La mayoría de los miembros de la P2 salieron indemnes. Negaron su afiliación a la logia o la calificaron de inofensivo lugar de encuentro para hombres de negocios. La red de relaciones de la P2 siguió determinando el destino de la República durante décadas.
«Sería un gran error descartar la P2 como un episodio problemático del pasado. Todos ellos siguen ahí», escribe Sandra Bonsanti en el libro «Colpevoli» (Culpable), publicado recientemente. Como la mayoría de los expertos, cree que la lista descubierta hace cuarenta años estaba incompleta. La periodista está incluso convencida de que Gelli no era el jefe, sino uno de los jefes de la P2, y que Giulio Andreotti, el viejo tirador de la cuerda política y jefe de gobierno, movía los hilos encubiertamente. Sin una reconciliación creíble con el pasado, no podrá surgir una democracia sana en Italia, escribe Bonsanti. «Si hubiéramos asumido nuestra historia, también habríamos derrotado por fin a las sociedades secretas, a la mafia y a los fascistas. Pero nuestra memoria es corta».