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Evolución hacia la democracia

 

https://www.youtube.com/watch?v=8opqrE2jSmA

https://www.youtube.com/watch?v=f1UDU4Rlf0Y

Origen de la democracia

¿Es la democracia un engaňo?

            Hoy se habla mucho de la crisis de la democracia. Winston Churchill dijo una vez que ´ es la mejor alternativa entre las malas formas de gobierno´. Al mismo tiempo, las personas en los países emergentes están como hipnotizados, mirando a la democracia como la panacea que ha de curar todos sus males. Pero muy pronto se revela, que todo gobierno democrático sólo es tan bueno como los gobernantes que ejercen el poder. En su momento, también en Europa la democracia ha fascinado, teniendo por delante el ejemplo de Abraham Lincoln en los USA, y mucho más cerca a Suiza, la democracia más antigua del mundo.

            Aunque se piense que Locke, Rousseau y Montesquieu fueron los precursores de la democracia, en realidad esta forma de gobierno se nutre de una cultura judeo-cristiana acuňada durante casi cuatro milenios, porque para su buen funcionamiento tiene que apoyarse en personas de gran integridad moral, tal como lo formuló un personaje ingles: ´Democracy is only for gentleman´ (la democracia es sólo para honrados caballeros) que son conscientes de la dignidad del hombre.

             A pesar de los grandes desastres que tuvieron lugar en el mundo, incoados por abusos de poder que inicialmente fueron legitimados democráticamente, hay  que reconocer que el mundo nunca ha progresado tanto –y no sólo materialmente- como en los últimos cien anos.

            Desde que hay  hombres sobre la tierra siempre hubo una autoridad en un grupo social, que comenzó siendo  nómada, luego una tribu. Hubo caciques, brujos, sabios o viejos, que por la razón de su alta edad se consideraban capaces de gobernar  y juzgar. Cuando se produjo el  paso de la vida nómada al asentamiento agrícola, comenzaron a surgir pequeñas  poblaciones con mayor calidad de vida y con más personas, lo cual dio lugar a sistemas de autoridad más estables.

Lo interesante en este desarrollo  es el hecho, de que siempre se había dado por supuesto un código ético mínimo,  que surgía del sentido común racional:  no robar, no matar ni dañar a otro injustamente, respetar  las cosas (derecho de propiedad) y la mujer de otro etc.  Las transgresiones contra estos principios tenían sanciones mucho más severas que las del presente. La venganza era una de las formas de sanción, que muchas veces se extralimitaba, creando un ambiente de lucha continua que tanto frenó el progreso civilizatorio durante siglos. La imaginación de Hollywood intenta  mostrarnos  en tantísimas películas cómo vivían en este sentido los hunos, espartanos, los persas,  los egipcios, los indios en América etc.

            Desde los albores de la vida del hombre sobre la tierra pasaron muchos siglos con un adelanto mínimo en ciencias y tecnología. Recién con el advenimiento del pueblo de Israel aparece una rica codificación ética basada en el monoteísmo, que culmina luego con el advenimiento de la era cristiana, que instaura la Ley divina revelada, que confirma y perfecciona las leyes  morales  anteriores. Gracias a estas enseñanzas, el Occidente judeo- cristiano pudo tener un desarrollo  muy superior a los demás pueblos de  América y Asia

Influencia de los principios judíos y cristianos 

Y así,  gracias a que en Occidente se tenía una  noción más diáfana de lo que es el bien y el mal moral, poco a poco, gracias a la labor de la Iglesia  y a  sus  instituciones  educativas  se  fue abriendo paso una forma de vida superior basada, en última instancia, en la libertad y en el amor a Dios y al prójimo. Todavía hoy, estos principios resulta un shock elevante para  tantos pueblos no cristianos en África y Asia. La concepción judeo-cristiana de la familia es lo que más contribuyó al progreso de Occidente, porque permitió  la educación óptima de los hijos, desencadenando un ´círculo virtuoso´ con enormes consecuencias positivas para las ciencias y la tecnología modernas, que tienen sus raíces precisamente en la cultura judeo-cristiana.

            Sus principios  han inspirado profundamente las leyes en el Occidente, que parten del hecho  de que el hombre, como ser racional, es libre, por lo que para lograr el bien, lo tienen que querer y poner los medios para lograrlo, superando así  las tendencias al mal (por ejemplo, robar, ser infiel, mentir, hacer sufrir a otros injustamente etc.). Por tanto, el hombre es responsable de sus actos, y merece sanción de la autoridad pública cuando su comportamiento daña los derechos de los demás.

            Inicialmente, el origen del poder político se derivaba de la descendencia dinástica o de otro principio muy distinto que la democracia. Recién hace unos pocos siglos este poder lo comienzan a adjudicarlo un consejo o el pueblo, mediante decisiones de todos o de los que se consideran sus representantes. Pero Ya en Grecia, y luego en Roma y en la Edad Media y Moderna,  el César o el Rey  no tenían siempre poderes  absolutos.

Aparición de la democracia moderna

            La democracia, tal como la conocemos hoy, es relativamente reciente. La Revolución Francesa, que explotó en el ano 1789, no inventó la libertad, la igualdad y la fraternidad, sino que estos principios fueron tomados  de las enseñanzas filosóficas de inspiración cristiana y fueron empuñados como armas arrojadizas contra el  así llamado ´ancienn regime´ (régimen antiguo de corte político-dinástico). ¿No es prueba de ello  que el remedio  pretendido por  esta revolución resultó peor que la enfermedad que pretendía curar, matando a millones en guerras y levantamientos callejeros, persiguiendo a la lglesia y a todo lo que se le oponía? Creo que es un ejemplo, como tantos en la historia de los hombres, de que el bien no puede imponerse sin ser uno mismo bueno. Esto mismo pasa también hoy bajo otras formas. 

 Ahora recuerdo haber leído hace poco la biografía de Beethoven.  Políticamente eran un gran romántico.  Con gran ingenuidad pensaba en Viena, que la incursión de Napoleón en Austria supondría por fin la liberación del  yugo dinástico y monárquico, pero pronto se llevó una enorme decepción, cuando vió que Napoleón   se portaba aún peor que la nobleza anterior. Nuestro tiempo y nuestro mundo de los últimos cien anos presenta una situación nueva, porque la Ley se va desvinculando  paulatinamente de los principios y de la vida cristiana que la sustenta. Veamos unos ejemplos:

            Hitler subió al poder gracias a elecciones democráticas, en las que recibió un apoyo decisivo sobre todo en los sectores protestantes del electorado.  Y en Checoeslovaquia,  poco después de la finalización de la segunda guerra mundial, el partido comunista obtuvo, también democráticamente,  una mayoría relativa suficiente para nombrar al jefe del gobierno.  En ambos casos, las consecuencias fueran catastróficas,  significando en el caso de Alemania 54 millones de muertes en la II guerra mundial,  y en el caso de Checoeslovaquia, la opresión comunista de una pueblo de 15 millones de habitantes, hasta la Revolución de Terciopelo en 1989.

            ¿Qué había pasado?  ¿Por qué fracasó la democracia?  Porque el pueblo elector se había fiado de que los líderes electos  defenderían sus  derechos.  Aunque el pueblo elector estaba ofuscado por el momento dramático en que tuvieron lugar ambas elecciones (la humillación de los alemanes después de la primera guerra mundial, y el sentimiento de que los rusos comunistas habían liberado a Checoeslovaquia del  protectorado alemán),  los electores no pudieron  sino querer para sí lo bueno, la justicia y la fraternidad. Y en cambio tuvieron que sufrir todo lo contrario, porque  habían caído en la típica trampa electoral, cuya carnada son las ilusiones de los electores, quienes, con su voto, su trabajo y sus impuestos, dan fuerza y poder de mando a quienes luego les van a llevar al precipicio.

 

Los abusos del sistema democrático

            A lo largo de estas páginas iremos viendo que casi siempre, las injusticias y abusos del gobierno son resultado de no haberse respetado la verdad de las cosas, la razón natural y el sentido común. Y cuando el error es presentado de intento, ¿no se transforma acaso en una mentira que tiene como objeto manipular al electorado o justificar lo injustificable? Ciertamente,  en la política no puede haber verdades como en las ciencias , sino solo opiniones que  llevan a decisiones  prudenciales, que a su vez llevan a un buen resultado, si se ha buscado sinceramente el bien para todos, lo cual presupone el respeto de la Ley Natural y de los Derechos humanos, que han de ser siempre las premisas de las que hay que partir.

Pero otra cosa muy distinta es la deformación intencionada de la verdad para lograr un fin ajeno al bien común. Por tanto, la verdad en la política sí que existe y debe ser exigida en cuanto a la intención recta del gobernante y, sobre todo, en el entendimiento según la verdad  de los problemas  y en la forma de remediarlos. Aquí el criterio de verdad lo da las exigencias de la justicia y el criterio de proporcionalidad entre las medidas a aplicarse y sus efectos. Por ejemplo: Hitler y su ideología en torno a la superioridad de la raza aria-germánica ha llevado a efectos desastrosos. En el otro extremo encontramos el buen gobierno de un Adenauer, que ha buscado la verdad en las exigencias de justicia que halló en la encíclica ´Rerum Novarum´.  Dejo en el tintero muchos otros ejemplos de buen gobierno, cuya exigencia mínima es la intención recta del gobernante, aunque luego se hubieran equivocado en algunas cosas, como es el caso de Charles De Gaulle, Ronald Reagan y otros.

En nuestros días, aunque los problemas económico-políticos tienen una gran complejidad,  nunca debería cesar, por parte del ciudadano, la vigilancia sobre las medidas que aplica el Estado para resolverlos, para evitar, en su caso, la tendencia  al egoísmo de sus gobernantes , cuando  ya no viven para su gente, sino para sí mismo, intentando someterlo todo a su absoluto control. Debajo de esta pretensión  de algunos mandatarios ¿no sería lógico que asuman una responsabilidad personal por sus gestiones de gobierno (´political accountability´)? Por tanto, hay que ver quiénes y cómo  han echado a rodar – en algún caso- una bola de nieve que dana al pueblo.  Por lo general,  la culpa la tenemos también los ciudadanos, porque no vigilamos  continuamente la gestión del gobierno, apoyándonos en los Derechos Constitucionales, que lastimosamente casi nadie los conoce detalladamente.

 

Cómo evitar los abusos

            Estos  abusos de la democracia  se repiten hoy  una y otra vez en tantos países.  ¿Como superar este círculo vicioso?  ¿Cuales serían por tantos las medidas  que permitan superarlo, o al menos mitigarlo?

            En primer lugar, como acabo de decir,  parte de la culpa la tienen los  ciudadanos, en la medida en que ellos mismos no viven según los dictados de su conciencia. Si esta no fue bien formada en la propia familia,  el hombre difícilmente puede  tener la sensibilidad de preocuparse por los asuntos políticos. ¿Tales personas no elegirán más bien la lista de un partido político, sin conocer las personas a las que dán su voto, sin preguntar por su ideario,  por sus visiones?  Este tipo de ciudadanos es más probable que se dejen seducir demasiado por las satisfacciones que permiten el consumo  y la vida relativamente fácil, gracias a la alta productividad económica, basada en tecnologías cada vez más avanzadas. Por ejemplo, en USA, la media de tiempo que se emplea en ver televisión es de cuatro horas y media. En Europa es algo menor.

Luego está la sobrealimentación, el alcohol, el deporte, el  turismo etc., que asegura una buena vida material,  nunca habida hasta ahora en la historia de la humanidad.  Incluso lo que era el pobre tercer mundo, hace treinta anos, hoy son países emergentes donde  se ha reducido notablemente el hambre y la pobreza extrema. Pero toda esta satisfacción material bien puede adormecer el interés por los asuntos del gobierno  político, que a la hora de las elecciones tiende a elevar al pedestal del mando  a  personas  de perfil insuficiente para administrar con competencia, honradez  y justicia el bien común.

Cómo elegir buenos gobernantes?

            Finalmente está la culpa del gobernante elegido, en la medida en que él mismo no tiene el perfil necesario para su cargo.  Aquí hay que tener en cuenta de  que no basta una persona honrada, bien considerada, porque en el ejercicio del mando político la persona elegida se va a encontrar con un  poder que exige no sólo la decencia y honradez , sino que  tiene que  haber además  una profunda decisión de seguir siendo uno mismo moralmente intachable.

Pregunto al lector: ¿Cómo encontrar tales personas, que exige un conocimiento previo  hasta de la vida particular de los individuos que aspiran a llegar al mando político? Por ejemplo, en USA, un candidato a Presidente no tiene chance de ser elegido si no se presenta con su esposa y sus hijos. Un gobernante que engaña a su esposa, o que lleva una vida inmoral en otros órdenes, no tendrá motivos para no engañar también a su pueblo. Cómo votar mejores políticos

En cuanto a la competencia profesional  del  gobernante, ¿no habría que  lograr una preparación análoga como la que tiene un arquitecto, un médico etc.? Es interesante considerar que,  en todos los países, la Ley regula especialmente aquellas profesiones  cuyo ejercicio expone al ciudadano a un riesgo en su integridad física y psíquica, exigiendo  unos estudios superiores y una preparación técnica definida oficialmente, que luego permitirá el ejercicio de la Medicina, Arquitectura, del Derecho etc. Además, el ciudadano que solicite tales servicios profesionales,  se apoya además en la recomendación de un tercero de confianza.

Sin embargo,  el acceso a la función política  exige sólo el  ser elegido.  Aquí no se exigen ningún estudio ni preparación previa, debido al principio dogmático de que todo ciudadano tiene el sacrosanto derecho político activo y pasivo: esto es,  la facultad de votar y ser votado. Y esta situación se complica todavía más, cuando no se eligen personas sino partidos, que bien pueden ser antros de todo tipo de  mangoneo de elementos que nunca tenían que haber subido al poder. Winston Churchill   dijo una vez, que lo mejor es elegir  mandatarios políticos ricos, porque estarían menos inclinados a robar al ciudadano y se cuidarían más de su honra.

El dogma  de que todo ciudadano tiene todos los derechos políticos activos y pasivos ha sido acunado por el pensamiento racionalista ilustrado de Locke, Monsquieu y otros, luego reivindicado en revoluciones y finalmente impuesto en la opinión pública como una especie de verdad de fe religiosa. ¿No será que este concepto jurídico de igualdad, sin condiciones previas de debida preparación, se basa en el prejuicio racionalista volteriano de que todo hombre es bueno por naturaleza  y sólo las malas influencias lo pueden degenerar? Si se partiese de la verdad evidente, de que todo hombre está inclinado también al mal, probablemente se hubiesen podido ahorrar muchísimos desastres.

            Una forma de solucionar este enorme problema  podría ser un principio constitucional que exija  una carrera universitaria como  condición necesaria para el acceso a cargos de gobierno. De esta manera se podrían crear instituciones con el fin de capacitar al candidato  en el aspecto moral y profesional para el buen desempeño del mando político. Francia, por ejemplo, tiene su Escuela de Administración Pública. Otros países de vanguardia forman sus cuadros políticos en ciertas universidades, al igual como las empresas multinacionales prefieren los que han estudiado en Harvard.  Otras formas de preparación y conocimiento de la persona es la carrera política. Al mismo tiempo no deberían faltar nunca leyes que impidan lo más posible la corrupción, el despilfarro y una administración pública que no prescinda de la tecnología digital para racionalizar y agilizar sus gestiones. Sobre todo es importante  una buena Ley contra la corrupción, sin compromiso alguno que supongan dejar una puerta abierta para la manipulación, por ejemplo, en la adjudicación de obras públicas. Un ejemplo concreto, negativo, lo ofrece una Ley anticorrupción en un país centroeuropeo: dispone que toda obra pública debe ser sometida a licitación pública, excepto en casos de suma urgencia. Y por esta fisura se cuelan continuamente proyectos que no tienen que supeditarse a una licitación abierta.

            La cuestión es: qué puede hacer el  ciudadano para mejorar la gestión del gobierno político. Sugiero al lector algunas ideas:

  1. Leer la Constitución, para tomar conciencia de sus derechos de petición hacia el funcionario público.
  2. Formar una asociación o grupo para formular peticiones o reclamaciones al gobierno. El internet permite crear un blog o  una página web desde la cual se pueden motivar y mover a miles y  a millones, como puede verse en los USA y en otros países. Lo deseable sería  que estos grupos de acción estén por encima de las facciones políticas de partido, con la ventaja de poder nuclear así a más ciudadanos. La estrategia sería realizar el  ˇmanagement´  del descontento ciudadano, en la forma de notas firmadas por internet, o impresas y enviadas al Gobierno. ¿No escuchamos acaso tantas quejas justificadas, de tantos amigos y conocidos,  que no tienen efecto alguno porque no llegan al conocimiento de los dignatarios  políticos? La experiencia de la ´Tea Party´ en los USA,  por ejemplo,  indica que una fracción  del electorado es escuchada y tomada en serio. Al mismo tiempo, con este empeño se facilita la formación política del ciudadano.
  3. Por tanto, nosotros tenemos que convencernos  profundamente de que no basta acudir  a las urnas electorales, sino que luego tenemos que ejercitar nuestro derecho constitucional de vigilar la gestión del Gobierno, que se concretará en lo dicho anteriormente o en otras tantas iniciativas que se nos podrán ocurrir en nuestra situación política concreta, sin excluir la manifestación  pública en la calle.

En este sentido, durante mi estancia de 18 anos en Suiza pude admirar cómo funciona el derecho al referéndum,  anclado en la constitución helvética: si se entregan cien mil peticiones ciudadanas  al Gobierno Federal en Berna,   éste tiene la obligación de convocar la votación del asunto planteado, pagando  del erario público  todos los gastos. Recuerdo que hace más de veinte anos, el Gobierno Federal Suizo  estaba decidido  a solicitar la entrada en la Unión Europea, cosa que fue impedida precisamente por un referéndum, el cual se repitió después de muchos anos, con  el mismo resultado denegatorio

      ¿No será que el referéndum es tan rechazado por la mayoría de los gobernantes, porque limita sus poderes y les obliga a fijarse más en qué es lo que quiere la ciudadanía, al votarse no a personas sino los asuntos mismos de gobierno?  Es interesante constatar, que no lo tienen los países más importantes como USA y Alemania,  siendo hoy  su realización muy fácil mediante el internet. Es una pena que los gobiernos mantengan la distancia hacia sus representados, quienes les dan de comer mediante los altos impuestos. Escuchan poco a su gente con el prejuicio de que la ciudadanía realmente no sabe lo que quiere, o que es demasiado ignorante o indigna. Síntomas de esta actitud arrogante no faltan en ningún país, lastimosamente. Un ejemplo positivo, en este sentido, es quizás Ángela Merkel, en Alemania y, en su momento,  Ronald Reagan en USA.

  1. Promover el conocimiento personal del Jefe de Gobierno, del Presidente, Ministros, Jueces etc. ¿No es llamativo que en este punto la iniciativa la suelen tomar los dignatarios políticos o la TV, pero  no las plataformas de acción ciudadana? Puede ser ilustrativo en este sentido  poner en Google el concepto ´Redes sociales políticas´ o ´acciones políticas en internet´ para darse cuenta que el internet puede revolucionar la intervención política del ciudadano porque es accesible a todos a costo casi cero. Para ello basta superar la propia comodidad recortando  el tiempo que se dedica a mirar la TV.         

            Finalmente no se puede olvidar la enorme importancia y la realidad del  Estado de Derecho, cuyas instituciones  han permitido siempre una serie  de garantías eficaces en favor del ciudadano. El cuerpo jurídico de leyes, que tienen como cabeza la Constitución, se ha revelado muy positiva,  sobre todo mediante   la introducción del principio de la división de los tres poderes:  el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Pero al mismo tiempo hay que decir, que sólo el Derecho no hace un buen gobierno. Hace falta, como decíamos arriba, buenos gobernantes,  que entiendan su trabajo como una vocación de servicio.

A pesar  de todos los defectos de la democracia, es precisamente y sobre todo el Estado de Derecho el que  ha permitido un gran progreso en todo el mundo. Es interesante constatar que los países más ricos son los que más en serio cultivan un Estado de Derecho,  aunque la función democrática tenga siempre grandes defectos y sea objeto de todo tipo de abusos. Tantas veces ha sucedido que un país ha ido bien durante un periodo de malos gobernantes, sobre todo gracias al Estado de Derecho y a sus instituciones.

            En conclusión, la democracia ¿acaso no es más que una técnica formal de elección de los gobernantes,  de forma directa o indirecta, sin garantía alguna de que éstos lo harán bien en sus cargos? Las promesas preelectorales y los idearios políticos cara al futuro suelen tener como fin sólo la captación de votos.  Es muy probable que un rey hoy, si es buena persona y se ha sabido rodear de un buen equipo, lo haría mejor que un gobierno democrático que no esté a la altura de sus funciones desde el punto de vista ético o técnico. 

Otra alternativa podría ser la elección de un grupo de ciudadanos de reconocida solvencia moral y profesional, para confiarle  toda la gestión del poder ejecutivo, que a su vez podría ser confiada en parte  a una empresa auditora internacional que esté en condiciones de administrar el bien común de forma análoga a cómo se dirige una gran empresa, según criterios  tecnocráticos, buscando la máxima eficacia con el mínimo de costos. El régimen del Estado de Derecho marcaría sus funciones, facultades y límites. El control de su gestión podría estar vigilado por un poder ejecutivo y por el judicial, especialmente preparado para esta función. Así, el pueblo tendría que elegir sólo a los miembros de las cámaras legislativas, que a su vez podrían nombrar al Presidente –poder ejecutivo- y a los miembros del poder judicial. Este sistema sería  muy austero,  lo cual a su vez permitiría reducir los impuestos  e impulsar  la actividad económica. La gran ventaja de los servicios de una auditoría extranjera, como brazo ejecutor del poder ejecutivo, estaría en la anulación de  favoritismos y en la racionalización máxima de la administración pública, que así resultaría a mucho menos costosa.

Un Estado cuyos gobernantes no reconocen de hecho los Derechos Humanos ni la dignidad del hombre, ¿serán capaces de promulgar Leyes justas? Igualmente, un Estado que no respeta a la Iglesia y a las demás  agrupaciones religiosas, probablemente no podrá contar con ciudadanos bien formados en su conciencia,  lo cual tendrá consecuencias nefastas en todos los órdenes de la convivencia social.

Un Gobierno que no proteja a la familia no aseguraría la buena educación afectiva y moral de los hijos.  Además, tiene que respetar el principio de subsidiariedad en virtud del cual, el poder constituido debe dar siempre preferencia a las iniciativas de los ciudadanos, en materias donde el Estado  puede y debe fomentar la intervención a los grupos intermedios, en sectores tales como la  de educación, la  protección de la familia,  los asuntos laborales, el deporte, la salud, el transporte público etc. Este respeto a la iniciativa ciudadana  tiene que ir unido a una función reguladora de mínimos y a una política de subvención, que al final al Estado le resultará menos costosa que hacerlo todo él mismo, sin contar  con la base.

Es decir, el Gobierno y todo el aparato estatal tiene que tener, como único fin, promover el bien común del pueblo.  Esto parece que no lo tiene muy claro el Estado actual en algunos países, porque se observa una clara tendencia a querer hacerlo todo él mismo,  considerando a los ciudadanos  como una especie de ganado que cada ano se tiene que dejar esquilmar fiscalmente, absorbiendo mediante los impuestos hasta el 50% de los ingresos de sus súbditos (individuos y corporaciones).  Además, esta actitud del Gobierno  frena la iniciativa individual en sectores que no tienen un fin inmediato de lucro  (apoyo a la familia, educación, salud, deporte, cultura etc.),  cercenando en parte la libertad individual y la de los grupos intermedios.

 

 

Peter Kopa 8.8.2020

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