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Los estudios sociales muestran claramente que los niños con un solo progenitor están desfavorecidos. Por eso es en estos casos tan importante el apoyo temprano. Comentamos abajo unas aportaciones científicas sobre la incidencia negativa en los hijos que no han disfrutado de un padre, aparecidas recientemente en Zúrich, en la NZZ.
La economista, Melissa S. Kearney, que estudió en el MIT y luego pasó a hacer sus trabajos de investigación en la Universidad de Maryland, lleva décadas estudiando la relación entre familia y economía. Acaba de publicar un libro que está causando revuelo en Estados Unidos: «The Two-Parent Privilege». Examina la cuestión de cómo el declive del matrimonio ha provocado más desigualdad y menos movilidad social. La obra es celebrada por muchos como necesaria, valiente y convincente, pero es a la vez ferozmente criticada por Woken y los intelectuales de izquierda. Le echan en cara haberse atrevido a señalar la conexión entre la desintegración de la familia y el coste económico de la creciente desigualdad.
Sus estudios llevan ya años demostrando que los niños de familias tradicionales tienen una perspectiva de vida más brillante que los de familias monoparentales. Esto no es ni un juicio ni una devaluación de otras formas de familia. Simplemente refleja los datos científicos. Los privilegios de los hijos de familia biparental son un hecho que no depende del status económico o social. Aquí todo lo decide si los padres tienen principios de comportamiento moral firmes.
Factores de desigualdad
Según la Sra. Kearney los niños no son sólo nuestra responsabilidad moral, sino también nuestro futuro económico. Los hijos de familias monoparentales sufren la desatención y falta de recursos. No sólo están en desventaja material, sino que también reciben menos tiempo y atención emocional. Dos progenitores llevan más dinero a casa, pueden compartir mejor el estrés de los hijos y duplican la atención emocional. Y si miramos más a fondo esta cuestión, el niño que no recibe los continuos estímulos que son normales en una familia tradicional, tantas veces se queda solo con sus juegos electrónicos.
Lo que se publica en torno a este tema es muy exiguo, por temor a pecar de racismo o de difundir contenidos políticamente incorrectos. Sin embargo, el problema pesa mucho en USA sobre las clases bajas, tanto blancas como de color. Quienes hablan de pobreza no pueden ignorar la etnia y la clase social, pero tampoco pueden ignorar la relación entre pobreza y monoparentalidad.
Los niños criados sólo por la madre tienen menos probabilidades de acabar el instituto o ir a la universidad, con el agravante de que estos niños corren un alto riesgo de acabar ellos mismos en la monoparentalidad. Casi el 30% de los niños estadounidenses viven con un solo progenitor. El racismo entra rápidamente en juego cuando se desglosan las cifras por etnias. Sólo el 38% de los niños negros viven en familias biparentales.
Más allá del racismo
A nivel de los medios se tiende siempre a condenar todo privilegio, aunque la causa sea la biparentalidad de una familia modesta. Así se pasa por alto la gran ventaja de la familia biparental. «Las zonas donde viven más familias biparentales muestran una movilidad social creciente. No hablar de estos hechos no ayuda», escribe Melissa Kearney en su estudio. El ´Opportunity Insights Lab´ de la Universidad de Harvard confirma estos hechos: Los chicos negros que viven en barrios con mayor número de padres negros tienen muchas más posibilidades de progresar. Esto invalida cualquier sospecha de racismo.
Kearney no quiere dejar mal a las madres solteras. Subraya constantemente que muchas de ellas hacen un trabajo admirable en condiciones difíciles. Pero la brecha es cada vez mayor. Entre 1980 y 2019, la proporción de niños que viven en familias biparentales cayó del 77% al 63%. El descenso es alarmante si se tiene en cuenta el nivel educativo de los padres.
Kearney cita razones comprensibles por las que tantas mujeres negras bien educadas crían solas a sus hijos: No encuentran pareja, porque o él está en la cárcel o ha abandonado el mercado laboral por falta de cualificación. Tales madres no quieren atar su destino a un hombre que gana menos que ellas o que incluso vive de la asistencia social, lo que es igual en el caso de las mujeres blancas. En los últimos cuarenta años, según Kearney, «la situación económica de los hombres sin estudios universitarios se ha deteriorado mucho en comparación con la de las mujeres, convirtiéndolos en asalariados y cónyuges menos fiables».
Promover a los niños pequeños
La única pregunta es: ¿quién romperá el círculo vicioso? El Estado, que se ocupa de los niños, es claramente incapaz de resolver el problema de la pobreza y la desigualdad de oportunidades. Los altos niveles de inversión en educación infantil de calidad arrojan los mejores resultados. Un grupo de niños afroamericanos en edad preescolar (de dos a cuatro años) que recibieron apoyo temprano demostró que la intervención de una fuerte participación de los padres ha tenido un impacto positivo hasta el día de hoy.
En comparación con el grupo sin apoyo, los niños que recibieron cuidados temprano manifestaban menor defección escolar, tenían menos probabilidades de convertirse en delincuentes, tenían más empleos permanentes, ganaban más dinero, tenían más probabilidades de casarse y tenían menos embarazos en la adolescencia. También tenían matrimonios más estables, tenían hijos algo más tarde y se divorciaban con menos frecuencia. Por último, transmitieron estas ventajas a largo plazo a sus hijos. Por lo tanto, los programas completos para la primera infancia son un vehículo prometedor para la movilidad social.
En esencia, se trata de un cambio cultural. Los datos estadísticos pueden medirlo, pero no pueden resolver el problema. Los licenciados universitarios que fundan familias biparentales son un acierto, pero el hecho de que sean precisamente ellos los que critican a la familia biparental es una prueba de aquello de «vive a la derecha, habla a la izquierda». La desintegración de la familia, sobre todo en las clases bajas, es un hecho que puede resultar inquietante; pero de nada sirve mirar hacia otro lado, ignorar los datos y negar las ventajas de la familia biparental. Kearney ha investigado la situación en Estados Unidos; los resultados también podrían inspirar una reflexión en otros países.
Comentario de la redacción
El estado no tiene medios algunos para promover la biparentalidad, fuera de los incentivos fiscales que pueden llegar a ser un remedio peor que la enfermedad, en el momento en que se quieren los hijos por dinero. Tradicionalmente, la familia ha estado entroncada en una realidad superior, que es el mundo de la fe religiosa, que es lo único capaz de formar caracteres entregados a un ideal de amor y de fidelidad, que tendrá que realizarse en la constitución de la propia familia. Aquí, como también en el área educativo, emerge la enorme importancia de la cooperación entre la Iglesia y el estado, so pena de que la sociedad se quede condenada al decaimiento en la barbarie de la antigüedad precristiana.