Un poco de historia
El Opus Dei en la Iglesia Católica es un signo de su vitalidad, introduciendo desde hace tan solo 95 años un cambio de paradigma en lo que se refiere a la imitación de los primeros cristianos. Es bien sabido que después de la muerte de Cristo y de su ascensión al cielo, los doce apóstoles siguieron fielmente sus enseñanzas, creando así un grupo creciente de judíos y gentiles que aprendieron de primera mano cómo vivir la fe cristiana. Había de todo, desde gente humilde hasta los más altos dignatarios judíos y romanos. No había palacios episcopales, ni monasterios, ni estructuras clericales ni el esplendor que más tarde tendría la Curia Romana. Es decir, estos cristianos de la primera hora trabajaban, atendían su familia y se reunían donde podían para celebrar la Sagrada Eucaristía, según lo permitían las persecuciones, primero de los judíos y luego de los romanos en el Imperio Romano. https://thinktanklatam.org/2022/11/22/el-holocausto-de-cristianos/
Lo importante era inspirar su vida ordinaria con la fe, tanto en la calle, en las labores del campo, de la pesca etc., buscando sólo amar así a Dios y a los demás, haciendo todo el bien posible. Esta autenticidad arrastraba a amigos, parientes y conocidos, que entonces como hoy, llevaban una vida plana, sin las alegrías de saberse hijo de Dios. Y a nadie se le ocurría pensar que las más altas cumbres del amor a Dios sólo son posibles en el apartamiento de aquel mundo por el que, hace poco, había pasado el mismo Jesucristo.
Las persecuciones hacían derramar una y otra vez sangre y producía mártires. La fuerza de este testimonio llega hasta nuestros días, porque esos sacrificios eran semillas de más y más cristianos. Cuando la fe cristiana se legalizó por Constantino, en el año 313, aquel pueblo de Dios pudo por fin comenzar a estructurarse, con el fin de que los obispos y sacerdotes pudiesen realizar mejor el servicio esencial de la Iglesia: celebrar la Eucaristía, administrar los sacramentos y mantener inalterable la fe y las enseñanzas recibidas del Dios-Hombre. Y nada más.
Con el correr de los siglos, la Iglesia se fue extendiendo por toda Europa, también mediante una organización interna inspirada en el Derecho Romano y gracias a la recepción de la sabiduría filosófica griega. Desde el siglo V surgen las primeras formas de apartamiento del mundo en la forma de monasterios y conventos, que con el paso de los siglos ha llevado a pensar al pueblo cristiano de que el ideal de santidad personal sólo es posible en el celibato y en el aislamiento del mundo. Este prejuicio lo encontramos hasta en nuestros días, aunque la enseñanza de la Iglesia sea muy clara en este punto.
El nuevo paradigma
El 2.10.1928, San Josemaría Escrivá de Balaguer recibió de Dios la invitación a difundir el ideal de plenitud de la vida cristiana en la vida corriente, en y desde la propia profesión u oficio. Esto es nada más y nada menos que el retorno a los primeros cristianos. Desde entonces se produjo una difusión relativamente rápida de este carisma divino, bendecido desde el principio por el obispo de Madrid, y luego por tantísimos obispos y Papas. El 28.11. de 1982, el Vicario de Cristo Juan Pablo II, decidió que el Opus Dei estuviese integrada en la Iglesia como Prelatura Personal, y que el Prelado tuviese potestad de orden y de jurisdicción como su cabeza, sin tener que ser obispo.
En los últimos meses, el Papa Francisco ha cambiado este régimen jurídico de anclaje del Opus Dei en la Iglesia. Este cambio no afectará mayormente al servicio que prestan a la Iglesia Católica sus 93.000 fieles en todo el mundo, por las razones siguientes:
1.Una forma tradicional de explicar la Iglesia es verla como un gran árbol, que tiene raíz, tronco, ramas, hojas y frutos. El Opus Dei no es rama, ni hojas, ni flores, sino que es parte del tronco y de la savia, llamado a llevar, desde la raíz, que es Dios mismo, sangre arterial llena de oxígeno al tronco y a todas las ramas (cristianos corrientes, congregaciones, órdenes, diócesis, movimientos etc.). Esto es así porque la gran mayoría de fieles en esta Obra viven en matrimonio, engendrando hijos que, una vez nacidos y bien educados, pueden optar a servir a la Iglesia de uno u otro modo. Es decir, el pueblo de Dios y sus fieles laicos -que en parte son los miembros del Opus Dei- son la realidad previa que sostiene a la Iglesia y que no puede ser afectada por disquisiciones estructurales de enganche en la estructura clerical. La familia y el auge de Occidente
2.Esta primacía del pueblo de Dios, que en su gran mayoría son laicos, supone un cierto giro copernicano, porque, lógicamente, en la Iglesia fundada por Cristo, ni la clerecía ni los religiosos se pueden reproducir a sí mismos biológicamente. Es decir, todos los 268 Papas, todos los santos y santas, todos los monjes y monjas y tantísimos santos desconocidos han tenido que haber sido previamente engendrados y han tenido que nacer y crecer al calor de unos padres que les dieron la necesaria protección, cariño y educación en la fe. Es decir, el fin de la Iglesia es servir a su pueblo, y sobre todo a la gran mayoría de los fieles laicos, como también a todos los hombres. Se trata, por tanto, de una concepción nueva de la función y vida de la Iglesia y de sus fieles, más acorde con el Evangelio y con el estilo de vida secular, en un mundo que ha sido creado por Dios, y que, por tanto, ofrece necesariamente, en sí mismo, las condiciones óptimas para la santificación del hombre, aunque a veces no lo parezca.
3.La incorporación a la Obra no se produce por el bautismo y el vínculo de sus fieles a la Prelatura es de naturaleza contractual y al mismo tiempo es mucho más: la manifestación concreta de una llamada de Dios, dirigida a personas concretas en el aquí y ahora, para cumplir y consumar un compromiso de amor para toda la vida.
4.El Opus Dei es el banco de prueba de cómo será la Iglesia en un cercano futuro, porque su experiencia casi secular la convierte en el modelo de inspiración en la vida de muchos los fieles cristianos, especialmente de los laicos.