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El Estado, la bestia Leviatán

 

El Estado, la bestia Leviatán
Peter Kopa, Praga, 1.4.2025

https://www.theepochtimes.com/epochtv/appeals-court-rules-for-doge-trump-admin-announces-usaid-to-mostly-be-shuttered-facts-matter-5835031?utm

Jeffrey Tucker ha publicado recientemente un artículo sobre cómo en USA los opositores de Trump intentan impedir sus facultades constitucionales como presidente. Su escrito apareció en el Brownstone Institute y en el Daily Declaration, ambos en Australia. Basado en el mismo, abajo informo y reflexiono sobre el problema del gigantismo del estado, que amenaza convertirse en el monstruo Leviatán, del que nos habla Thomas Hobbes, que fue un filósofo inglés que fundó la filosofía política moderna. Su obra más conocida es el Leviatán (1651), el monstruo estatal que devora a su pueblo.

El riesgo del gangsterismo del estado

Una serie de factores hicieron posible la aparición del gigantismo estatal desde principios del siglo XX: el aumento constante de la productividad económica y la proliferación sistémica de sus funciones. Su actual gigantismo y la tecnología digital amenaza restringir el ámbito de libertad individual cuando el gobierno cae en manos de personas de perfil moral bajo (https://thinktanklatam.org/why-the-low-profile-of-politicians ) que no buscan el bien del pueblo que lo eligió, sino el enriquecimiento de las élites económicas.

La gran burocracia estatal, en sí misma, no es mala, pero es muy propensa a explotar y oprimir al ciudadano, porque sus funcionarios no se seleccionan según su carácter. Sobre esto trata el libro reciente del Prof. Rafael Alvira, que explica cómo la democracia puede degenerar en tiranía. La elección de los gobernantes por votación no ofrece garantía alguna de que los electos sean todos personas de firmes principios éticos. Hace sólo cien años, la educación, la atmósfera cristiana y el sentido del honor en la sociedad hacían más probable que los gobernantes no se dejasen corromper.

Pero el actual materialismo no es capaz de ofrecer este apoyo. Esto lo vemos en la reciente victoria electoral de la derecha de Merz, en Alemania, que se produjo porque había prometido oponerse a la inmigración indiscriminada. Sin embargo, una vez electo, relativizó su promesa aliándose con la izquierda socialista. El pueblo elector daba por descontado que se uniría con el partido AfD, que conquistó el segundo lugar con el 21% de votos a su favor, y que precisamente había declarado cortar la inmigración.

El público nunca ha tenido simpatía por las burocracias. En consonancia con la preocupación de Max Weber, la estructuración excesiva del estado ha enjaulado a la sociedad en una prisión construida en base a un racionalismo despiadado que genera una jungla impenetrable de instancias y reglamentos, que abren la puerta a la corrupción. Y esta especie de gran imperio no está sujeto a referéndums previos algunos y tampoco está limitado por restricciones presupuestarias.

Es decir, el único poder que lo crea y lo puede controlar, reducir o recortar es la máxima autoridad del poder ejecutivo, que es el presidente o jefe de gobierno. Biden no ha hecho nada, durante su mandato, contra la orgía administrativa. En cambio, Trump ha asumido su función con la motosierra en ambas manos, al estilo Milei en Argentina. En enero 2025 el pueblo ha hablado a su favor y ahora mayoritariamente aprueba cómo está arrancando la cizaña del trigal, aunque se arranquen sin querer algunas cosas útiles de menor importancia.

El estado profundo

Cito a Jeffrey Tucker en letra cursiva:
La plena conciencia actual de la autoridad y la ubicuidad del estado administrativo es bastante nueva. La nueva conciencia es que ni el pueblo ni sus representantes electos están realmente a cargo del régimen bajo el cual vivimos, lo que traiciona toda la promesa política de la Ilustración.
Esta conciencia incipiente llega probablemente con 100 años de retraso. La maquinaria de lo que se conoce popularmente como el «Estado profundo» —he sostenido que hay capas profundas, medias y superficiales— ha ido creciendo en Estados Unidos desde el inicio de la función pública en 1883 y se ha afianzado completamente durante dos guerras mundiales e innumerables crisis en el país y en el extranjero: https://www.youtube.com/watch?v=cyZoUfNsUl8
La estructura de la compulsión y el control es indescriptiblemente enorme. Nadie puede ponerse de acuerdo con precisión sobre cuántas agencias hay o cuántas personas trabajan para ellas, y mucho menos cuántas instituciones e individuos trabajan por contrato para ellas, ya sea directa o indirectamente. Y eso es solo la cara pública; la rama subterránea es mucho más esquiva.

La revuelta contra todo ello llegó con los controles de la COVID, cuando todo el mundo se vio rodeado por fuerzas ajenas a nuestro ámbito de actuación y sobre las que los políticos no sabían gran cosa (https://thinktanklatam.org/la-pandemia-preparada-desde-1990). La combinación de esta serie de atropellos —lo que Jefferson en su Declaración llamó «una larga serie de abusos y usurpaciones, que persiguen invariablemente el mismo objetivo»— ha dado lugar a un torrente de concienciación. Esto se ha traducido en acción política.

La batalla contra la burocracia parasitaria

Una marca distintiva del segundo mandato de Trump ha sido asumir el control del poder del Estado, más que cualquier jefe de estado anterior. Y en este intento se le opone una barrera de más de cien impugnaciones ante los tribunales. Los jueces en primera instancia pretenden negar su facultad para despedir a empleados del estado, a reorientar fondos, a limitar funciones etc.
Los casos más más sonados son el ejercicio de funciones del Departamento DOGE, liderado por Elon Musk y su primera intervención, el cierre de USAID. Este proceso parece indicar, que hay como hilos ocultos, que desde detrás de los telones mueven – o corrompen- a jueces para evitar esta purga. Un juez incluso se ha atrevido a decirle a la administración Trump a quién puede y no puede contratar en USAID.

No pasa un día sin que el New York Times, por ejemplo, no fabrique alguna defensa de los ´pobres´funcionarios maltratados. Los medios controlados desde un sólo vértice, que pretenden tener siempre razón, se oponen a que Trump y su gente intenten controlarlos o eliminarlos, por lo que son denunciados abusivamente como enemigos del interés público.

Este tipo de subversión de la función estatal se busca paralizar con el fin de favorecer sólo a un grupo. Para ello vemos que se emplean medios poderosos de amplia incidencia. Esto recuerda a la pandemia. Hoy sabemos que ella fue preparada desde veinte años antes (https://thinktanklatam.org/la-pandemia-preparada-desde-1990, con virus creados como arma biológica para la depopulación del planeta: https://thinktanklatam.org/agenda-30-drastica-despoblacion-mundial . Además:  https://www.youtube.com/watch?v=JHXxxWjT-z0&t=8s

Todo esto es extraño. Es imposible eludir este organigrama de gobierno de EE. UU. Todas las agencias, excepto unas pocas, pertenecen a la rama ejecutiva. El artículo 2, sección 1, dice: «El poder ejecutivo recaerá en un presidente de los Estados Unidos de América». Por tanto, el presidente y su equipo tienen los máximos poderes ejecutivos basados en la Constitución.

El gran problema de fondo: la corrupción

En USA hay ´agencies´ o dependencias del gobierno que reglamentan la promoción de viviendas, la producción y venta de productos farmacéuticos, la actividad agrícola y ganadera, los sindicatos, la producción de petróleo, el tráfico aéreo etc. Si los funcionarios en estas entidades oficiales no tienen principios éticos, a lo cual les obliga la Ley, es fácil que se dejen comprar. En la práctica se forma en cada sector carteles o acuerdo secreto de precios, sistemas de corrupción encubierta, tráfico de influencias y clientelismo, y siempre a expensas del pueblo contribuyente que alimenta la bestia que le devora.

Ese es precisamente el problema que clama por una solución. La solución de las elecciones parece razonable sólo si las personas que elegimos realmente tienen autoridad de mando para cortar, sanear o reformar. Esto exige el respeto del poder al presidente para que pueda retirar el mandato ejecutivo dado a una agencia, y su financiación. Los opositores del estado profundo intentan por todos los medios impedir las órdenes ejecutivas de Trump, a través de los tribunales que constitucionalmente están totalmente separados del poder ejecutivo. Y en sintonía con estas trapisondas luchan coordinados con los medios. Los ejemplos más relevantes en este sentido son la orden ejecutiva de Trump en relación al Departamento de Educación y a USAID.

 

 

 

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