Me ha impresionado el NO a la Unión Europea, pronunciado por la
mayoría de los votantes el 23.6.16 en el Reino Unido. Durante mi
estancia de 18 anos en Suiza pude observar cómo funciona el
derecho al referéndum, anclado en la constitución helvética: si se
entregan cien mil peticiones ciudadanas al Gobierno Federal en
Berna, éste tiene la obligación de convocar la votación del asunto
planteado, pagando del erario público todos los gastos. Recuerdo
que hace más de veinte anos, el Gobierno Federal Suizo estaba
decidido a solicitar la entrada en la Unión Europea, cosa que fue
impedida precisamente por un referéndum, el cual se repitió después
de muchos anos, con el mismo resultado denegatorio. Y hay que
tener en cuenta Suiza es uno de los tres países más ricos del mundo,
en términos per cápita.
¿No será que el referéndum es tan rechazado por la mayoría de
los gobernantes, porque limita sus poderes y les obliga a fijarse más
en qué es lo que quiere la ciudadanía, al votarse no a personas sino
los asuntos mismos de gobierno? Es interesante constatar, que no lo
tienen los países más importantes como USA y Alemania, aunque su
realización es muy fácil mediante el internet. Es una pena que los
gobiernos mantengan la distancia hacia sus representados, quienes
les dan de comer mediante los altos impuestos. Escuchan poco a su
gente con el prejuicio de que la ciudadanía realmente no sabe lo que
quiere, o que es demasiado ignorante o indigna. Síntomas de esta
actitud arrogante no faltan en ningún país, lastimosamente. Un
ejemplo positivo, en este sentido, es quizás Helmut Schmidt y Ángela
Merkel, en Alemania y el buen gobierno en Suiza.
La Unión Europea no tiene ahora más remedio que reconocer
que muchas de sus iniciativas y gestionen no responden a la volutad
de los europeos, sino más bien a intereses de grupo: la
equiparación de los ´matrimonios´de homosexuales al matrimonio
tradicional, la educación sexual horrorosa en las escuelas, su actitud
anticristiana, su crecimiento burocrático, su pretensión de igualar
fiscalmente a todos sus países súbditos, su desastrosa política
financiera, su pretensión de abolir el dinero físico, su actitud indecisa
para reducir la corruppción, etc. Sería deseable que la Unión
Europea vuelva a su función esencial, que es la de facilitar al
máximo el comercio entre los países miembros. Hay que reconocer
que en éste terreno se han logrado grandes objetivos que
seguramente han aumentado el progreso económico. Lo mismo cabe
decir de los acuerdos Schengen, que a efectos de movimiento de
mercancías, personas y capitales se han cancelado las fronteras.
Ahora se teme que el Brexit desencadene un efecto dominó que
apunta hacia una mayor autonomía regional, como por ejemplo
Escocia. Está por ver en los próximos meses a quién se acercará más
el Reino Unido: es probable que surja una nueva consteleción,
análoga a la UE, en torno al eje USA-GB, en donde Hispanoamérica
probablemente se encuentre mejor acogida como hasta ahora en la
UE, la que mediante aranceles proteccionistas no presta ayuda a los
países emergentes o a los países pobres del Africa.
En cualquier caso, viendo lo que está pasando en el Reino Unido
surge la impresión de que la jugada está saliendo más bien que mal,
porque se han abiertos ámbitos de libertad y de menos controles de
la EU, lo cual en primer lugar favorecerá a la Gran Bretana en el área
de los negocios financieros internacionales.